Por el contrario, los que aspiraron a constituirse en los herederos de ese movimiento abandonaron el atrevimiento y la audacia; se apuntaron al podemos y abandonaron el probemos. Aparecieron como los listos de la clase y los pedantes de la tertulia, protagonizando uno de ellos, en exclusiva, la dirección, la iniciativa y la representación, al estilo de los partidos tradicionales, lejos del liderazgo abierto y socializado que defendieron los participantes del movimiento 15-M.
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