Bueno… entonces, ¿en qué hemos quedado?

El grupo Vocento me ha pedido mi opinión sobre la situación catalana para publicarla en sus periódicos regionales. Me gustaría ser bueno y políticamente correcto; el más bueno de todos cuantos escriben o hablan sobre Cataluña; pero no me sale. Debo ser malo, malísimo.
Me gustaría no indignarme cuando un comentarista político escorado al independentismo dice que no estamos ante un golpe de Estado sino ante un desbordamiento constitucional, porque así se me quitaría el deseo de que los jueces metieran en chirona a Puigdemont y a su venerable pandilla, por querer apropiarse de una parte del territorio español sin que existan razones políticas, históricas o jurídicas que lo justifiquen. Sigue leyendo