julio 2015

Menos mal que no había democracia interna

Por lo visto y oído, la Transición trajo la democracia, la libertad, la Constitución y, además, la falta de democracia interna en los partidos políticos. Según escribió el sociólogo César Molinas en El País el pasado domingo 19 de julio, «la autorregulación y opacidad de los partidos políticos en España no tiene parangón en Europa. Sus raíces se remontan a la Transición, período histórico en el que hubo mucha preocupación por la estabilidad de la joven democracia. Para asegurar esa estabilidad, se optó por dar a las cúpulas dirigentes de los partidos un poder muy grande sujeto a muy poco control por las bases militantes». Es decir, la estabilidad de la naciente democracia era inversamente proporcional a la democracia en el seno de los partidos; a más estabilidad democrática, menos democracia interna partidaria y más poder omnímodo para sus dirigentes.

ARROPARLO QUE TIENE MIEDO

En estas semanas pasadas se ha podido ver el Tour de Francia. La televisión nos ha ofrecido diariamente imagenes de los últimos sesenta o setenta kilómetros de cada etapa. En la mayoría de ellas se ve al líder protegido por su equipo que lo rodea y cuida. Va en el medio del pelotón como si la carrera no fuera con él. Vigila a los jefes de fila de cada equipo para que nadie se le escape. Él es el líder, pero salvo por el maillot amarillo, nadie lo diría. Parecería que se esconde en el medio del pelotón para no caerse, para que nadie le roce, para que nadie le pregunte ni le ataque. Por delante va uno escapado, pero el cabeza de carrera ni se inmuta. Sabe que no irá muy lejos. Esa es la situación de la lista unitaria de Cataluña. Mas es el líder, pero va en el medio para que nadie le incordie, para que nadie le pregunte, para que no tenga que responder. El tal Raül Romeva es el escapado, pero nadie le echa cuenta porque no llegará a ninguna parte

Humildad fingida o el miedo guarda la viña

Artur Mas y Oriol Junqueras, en la firma del acuerdo para adelantar las elecciones al 27 de septiembre. (EFE)

Según se lee en la Biblia, los discípulos querían saber quién era el mayor en el reino de los cielos. Jesús puso a un niño en medio de ellos, diciendo: “Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18.4). Bien es cierto que junto a ese elogio de la humildad, San Pablo menciona en Colosenses (2.18) que “hay algo que parece ser la humildad, pero en verdad no lo es. Es la humildad fingida. Algunos, al darse cuenta de los méritos de la humildad, la codician por su excelencia o por la exaltación que buscan. Buscar la humildad por razones egoístas trae como resultado la humildad fingida”.

La Europa de los miedos

Cadáver de un inmigrante en una playa de Fuerteventura. (Reuters)

El pasado 24 de junio, el presidente y los expresidentes del gobierno de España coincidieron en un acto de celebración del trigésimo aniversario de la firma del Tratado de Adhesión a la entonces llamada Comunidad Europea. Celebración que contó con la presencia de quien, por aquel tiempo, ocupaba la jefatura del Estado, Don Juan Carlos I, y con el actual Rey, Don Felipe VI. Esa fecha se ha convertido en uno de los símbolos del imaginario español que, junto con la bandera, el himno, la divisa y la moneda única, identifican a la Unión Europea.

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