Madrid no debe ser el lugar donde se afilen los puñales para ver quién mata políticamente a quién
Se cuenta que cuando, en 1980, Tarradellas, presidente provisional de la restaurada Generalitat de Cataluña, convocó las primeras elecciones al Parlamento de Cataluña tras la llegada de la democracia, los aspirantes a presidir el Gobierno catalán le visitaron en el Palacio de la Generalitat. Cuando se marcharon, uno de los asesores del presidente le preguntó: “¿Y quién cree usted que ganará?” Tarradellas, después de un largo comentario, contestó: “Ganará Jordi Pujol”. Intrigados, le pidieron que explicara su pronóstico. “Porque fue el único que se interesó por saber cómo era la vivienda oficial del Presidente de Cataluña”, contestó el veterano político.
¿Por qué nunca se dice que alguien representa lo mejor de la vieja política?
En ocasiones el lenguaje político encuentra expresiones que hacen fortuna e incansablemente se repiten en cualquier foro, vengan o no a cuento. La última que se ha puesto de moda es la que se lanza contra el adversario al que se acusa de “representar lo peor de la vieja política”. Con motivo de la moción de censura en Murcia, esa frase se ha repetido hasta la saciedad sin que se tengan noticias de que quienes la pronuncian sepan exactamente qué están diciendo. Se suelta eso de “lo peor de la vieja política” y nunca se aclara qué es lo peor y qué es la vieja política. Si se acota la vieja política es porque se sabe cuándo empezó y cuándo terminó. ¿A qué se refieren quienes hablan de la vieja política? ¿De qué época hablan? ¿En qué año comenzó y en qué año concluyó? ¿Creen quienes pronuncian la frase hecha, manida y estereotipada que la política, como la vida o como la historia, nace y muere y vuelve a nacer y vuelve a morir sin que existan precedentes? ¿Creen esos oradores de la nada que puede existir un presente sin que exista un pasado? ¿Y saben, acaso, que todo presente está inyectado de pasado?
Iglesias vuelve a intentar la división del voto de izquierdas para que, como en 2015 con la victoria de Rajoy por la irrupción de Podemos, pueda seguir gobernando el PP en Madrid
El 18 de brumario de Luis Bonaparte, obra escrita por Karl Marx, comienza con la famosa frase: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.
El tamayazo fue la tragedia que anunció el camino que el Partido Popular emprendió para convertir en tragedia lo que no debería haber sido más que una historia de normalidad democrática en la Comunidad Autónoma de Madrid. Para quienes hayan perdido la memoria o no conozcan la gran tragedia que supuso lo que periodísticamente se bautizó como el tamayazo, recordemos que la votación celebrada el 30 de junio de 2003, en la Asamblea de Madrid, dos parlamentarios del PSOE (María Teresa Sáez y Eduardo Tamayo) impidieron con su abstención en la segunda votación de investidura la elección de Rafael Simancas, candidato socialista, como nuevo presidente de la Comunidad de Madrid. Este caso de transfuguismo acabaría obligando a repetir las elecciones en octubre de ese mismo año, tras las que Esperanza Aguirre (PP) se convirtió en nueva presidenta regional. La democracia quedó tocada por el hecho de que dos parlamentarios se alejaran de la disciplina de voto del partido en el que habían concurrido a las elecciones autonómicas madrileñas. No se pudo demostrar, pero todo el mundo sospechó que la decisión de impedir el triunfo del candidato de su partido tuvo que ver con el precio que alguien pagó para comprar el voto de Tamayo y Sáez. …
Conocí en mi etapa de presidente de la Junta de Extremadura a algunos empresarios, dueños de factorías con importantes volúmenes de facturación, que tuvieron por aula la calle. Su humilde procedencia familiar les impidió seguir en la escuela cuando apenas contaban con once años. Su formación académica, por tanto, brilla por su ausencia: nunca fueron a una Universidad y jamás pisaron una Escuela de Empresariales donde, supuestamente, se forman los empresarios del mañana.
Defiendo que el Estado de las Autonomías ha superado en competencias y asimetrías lo que es un Estado Federal tipo, como el alemán
Desde que vivimos en democracia la sociedad española se ha dividido entre quienes reclaman ministros con un brillante currículo profesional y académico y los que son partidarios de que las carteras ministeriales sean ocupadas por políticos con amplia experiencia y recorrido político. El actual Gobierno nos ofrece ejemplos de las dos visiones y, debo decir que si echamos una ojeada al gabinete de Pedro Sánchez no es difícil adivinar las razones que asisten a los partidarios de la segunda opción.
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