«PREJUBILADO DE LA POLÍTICA, A IBARRA LE INVADE LA DECEPCIÓN. CREE QUE LOS ESPAÑOLES «NOS HEMOS VUELTO A CANSAR DE VIVIR JUNTOS, NO SOLO LOS CATALANES»
El expresidente extremeño se autodefine como un «prejubilado» hacendoso que distingue poco entre los días feriados y los de diario. Madruga de lunes a domingo y recibe a mucha gente que le cuenta cuitas, le consulta cosas y hasta le pide gestiones con el actual gobierno regional, como si fuese un «Defensor del Pueblo sin nombramiento»
—¿Cómo se lleva usted con José Antonio Monago?
—La leyenda urbana de Extremadura es que tenemos una relación fantástica y que nos vemos todos los días, cuando la realidad es que yo le he visto una vez. Cuando fue elegido presidente me llamó y me invitó a tomar un café en un bar.
—¿En un bar? ¿No en su despacho?
—No, yo no he ido nunca a su despacho, el que fue mío durante veinticuatro años. Quedamos en un bar y aquello parecía una reunión clandestina hasta que naturalmente se enteró todo el mundo. Fue una reunión sólo para preguntar cosas de intendencia. Después hemos coincidido en actos oficiales y la relación es buena, mejor de la que yo esperaba, pero no hablamos de qué pasa en Extremadura.
—¿Qué le parece la crítica de Monago a la reforma de Gallardón a la ley del aborto?
—Monago gobierna con el apoyo de Izquierda Unida. Y eso le obliga de vez en cuando a exteriorizar un discurso que no concuerda con su electorado. También le brinda una coartada para salirse de la órbita del PP. Así ha hecho un discurso que no es ni chicha ni limoná.
—¿Y usted qué opina?
—Yo valoro más al creyente de verdad que al que se hace el traje de católico a la medida. Respeto más a aquel que dice, oiga, desde que el esperma fecunda al óvulo, allí hay vida. Muy bien; pero entonces no entiendo que se pueda dar permiso para abortar en caso de violación. Da la impresión de que lo que se dice es: si usted tiene una noche de desenfreno, de juerga, de amor loco, y queda usted embarazada, amiga, usted se come el mochuelo porque ha pecado. Pero si usted no ha pecado, porque ha sido forzada a hacerlo, entonces yo la eximo de la responsabilidad y le permito que mate aquello que yo considero que es vida. Me parece un cinismo aterrador.
—¿Usted cree que el PSOE se lució con el tema del aborto cuando gobernaba?
—Yo creo que Zapatero hizo una ley correcta. Y que Felipe González hizo la ley que se podía hacer con la mentalidad del momento. Nosotros nunca habríamos legalizado el matrimonio homosexual. Teníamos pendientes unas reformas más socialdemócratas y menos radicales. Estábamos más obsesionados con que quien no tenía pensión la tuviera, o con que los niños no dejaran la escuela a los diez años, o con que la Sanidad fuese universal.
—Vamos, que Felipe llena el capacho de la socialdemocracia, mientras que Zapatero se apunta tantos radicales siempre que salgan gratis.
—Yo estaba en la ejecutiva de Zapatero donde se tomó el acuerdo de legalizar el matrimonio homosexual. Y en esa ejecutiva dije: ya hemos conseguido que un banquero se pueda casar con un jornalero. Ahora vamos a intentar conseguir que ambos tengan un nivel de vida similar.
—¿Y qué le contestó Zapatero?
—Sonrió.
—Hablemos de España, ¿cree que va a aguantar unida?
—Yo creo que los españoles nos hemos cansado una vez más de vivir juntos. Esa es nuestra historia. Cada equis tiempo nos cansamos de vivir juntos y empezamos a pelearnos. Entonces creo que ahora hay que hacer un alto en el camino, volverse a sentar las fuerzas políticas, con el Rey de España si fuese posible, o con el príncipe de España si fuese necesario…
—¿Nos aclara eso?
—Quiero decir, que si el Rey no estuviese capacitado institucionalmente, porque creo que no hay ninguna duda de que física y mentalmente sí lo está, para volver a hacer un gran pacto de Estado similar al que se hizo en 1976, debería ser el Príncipe, mediante una abdicación o lo que fuera, el que de nuevo dijera: «vamos a sentarnos y vamos a ver cómo organizamos la convivencia democrática otros treinta años para seguir juntos». Porque de seguir tal cual nos hemos aburrido. Yo creo que no se han aburrido solamente desde Cataluña. Nos hemos aburrido todos. ¿Usted cree que a mí me puede gustar una España donde mi hija no tiene futuro después de estudiar, una España con seis millones de parados? Esta España no le gusta a casi nadie.
—¿Y cómo la cambiamos?
—Pues eso, sentándonos otra vez y buscando un gran pacto institucional que nos lleve, o a una reforma de la Constitución, o a hacer una Constitución nueva, lo que sea. Pero no quedarnos sentados esperando a ver cómo chocan los trenes.
—¿Y esto lo ha hablado usted con Rubalcaba? ¿Sabe si él lo ha hablado con Rajoy?
—Yo no hablo con Rubalcaba porque Rubalcaba no habla conmigo. Yo creo que hay una sensación en el PSOE de que los que estuvimos ya no estamos. Eso yo creo que no es bueno, pero reivindicarlo puede ser entendido como ganas de volver. Hay un grupo en el PSOE de gente que no queremos nada, solamente ayudar, pero no se nos deja. No se nos pide ayuda.
—Aparte de usted, ¿quién estaría en ese grupo?
—No le descubro nada si le digo que hace un año estuvimos cenando en Currito Felipe González, Solana, Solchaga, Corcuera, Chaves, Benegas, Laborda, Virgilio Zapatero, Leguina, en fin. Un grupo numeroso de gente con una gran experiencia que estábamos dispuestos a colaborar con el partido. No hay signos de que eso pueda hacerse.
—Pues tampoco es que sin contar con ustedes les vaya tan bien.
—No, les va muy mal. Muy mal. Las primarias van a ser el disparate del siglo, Rubalcaba no se presentará y volveremos a perder.
Especialista en arroz con jamón ibérico
Dice Juan Carlos Rodríguez Ibarra que los domingos le gusta desayunar, a veces unos churros, pero sobre todo una tostada de pan con aceite y azúcar. ¿Aceite y azúcar?, nos pasmamos. Y él nos revela que cuando él era niño la merienda por excelencia de los escolares extremeños era «el pozo, que es coger la parte última del pan, quitarle la miga, ponerle aceite y azúcar y volver a meter la miga dentro, eso es un sabor extraordinario». Para compensar y teniendo en cuenta que en su día sufrió un infarto agudo de miocardio, Ibarra ha reducido la profundidad del pozo a la llaneza de una tostada y trata de andar mucho, «siempre menos de lo que debiera, apenas un día de cada diez».
Pasa el mítico expresidente extremeño muchas horas ante el ordenador, que es un artefacto que desde que apareció le tiene conmovido y fascinado. Entonces los domingos trata de desengancharse un poco de tanta informática haciendo cosas con la familia, «plantando cosas así sea en una maceta, y viéndolas crecer».
Cocina con entusiasmo para todos los que se apuntan, sabios arroces inspirados en la buena mano que su madre, madrileña, heredó de sus ancestros valencianos. Aunque la especialidad de Ibarra es una «paella extremeña que lleva chorizo ibérico, jamón ibérico, aceitunas verdes y aceitunas negras».
¿Manías para empezar o acabar el descanso dominical? Pocas o ninguna, insiste en que no le es fácil distinguir los días de fiesta de los días de diario. Y que manías, lo que se dice manías, él sólo las tiene en campaña electoral: «Si un día me sale mitin tal y como yo quería, ya no me quito la chaqueta que llevo, con lo cual si el mitin me sale redondo al segundo o al tercer día de la campaña, esa chaqueta acaba para tirarla».
Acordándose de estas cosas se le ilumina toda la cara. Bueno, pues a ver si en mayo se funde una buena chaqueta en la carrera electoral europea… El comentario pretendía animarle, pero parece que más bien le ha ensombrecido: «No sé yo si ni siquiera nos llamarán».
Enlace a la entrevista en el Diario ABC