Otra reunión secreta de Artur Mas (elconfidencial.com)
No se sabe si Artur Mas exige reuniones secretas o es que anda por la política escondiéndose de la prensa y de su público por lo que anda haciendo por Madrid. El caso es que de nuevo, en domingo y en fiesta de guardar, ha vuelto a practicar el secretismo. O, acaso, es que practica el escrache con los líderes de las principales fuerzas políticas españolas y en lugar de reunión lo que practica es una intromisión en el domicilio de esos líderes, incordiando a ellos y a sus familias con el objetivo de que ambos cambien de opinión respecto al derecho a decidir.
No se sabe si la orden del ministro del Interior para que se haga un cerco protector sobre los diputados escrachados es la consecuencia del escrache practicado por el señor Mas; si así fuera, es casi seguro que dentro de poco, Rosa Díez o los diputados de Bildu, recibirán la visita de Mas, en un domingo de estos, cuando se encuentren saboreando un buen plato de comida dominguera, para practicar el escrache con ellos. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos porque, si acaso ese incordio llegara a producirse, los acosados darán una rueda de prensa para contar lo que allí ocurrió.
El peligro es que las decisiones importantes no se tomen en el Parlamento, sino en los despachos y en secreto. Y, entonces, ¿qué pintamos los ciudadanos?
Porque esa es otra: el señor Mas ha inaugurado lo que podríamos denominar reuniones secretas para que, después, los interlocutores nos cuenten que han tenido una reunión secreta. En España, donde ahora todo está mangas por hombro, se hacen reuniones secretas para contar que se han tenido reuniones secretas, cosa que no se acaba de comprender muy bien. Si las reuniones son secretas, lo lógico es que los reunidos hagan todo lo posible por evitar que se conozca que han estado reunidos secretamente. De lo contrario, y si la idea es contar que se han reunido en secreto, para qué el secretismo.
Da la sensación que los de los secretos están siguiendo los pasos de Luis Miguel Dominguín, aquel torero famoso por lo bien que toreaba en todos los ruedos, y del que se contaba que, habiendo tenido en cierta ocasión la oportunidad de compartir lecho con la afamada y ya desaparecida actriz de cine norteamericana, Ava Gardner, salió corriendo de la habitación como alma que llevaba el diablo. Y cuando alguien, a la salida del edificio donde había pernoctado con la gran belleza que era la Gardner, le preguntó por la razón de sus prisas, el torero contestó: “Me he acostado con Ava Gardner y voy corriendo a contárselo a la gente”. Pues eso, que da la sensación de que lo importante no es lo que se habla en esas reuniones secretas, sino en el cuento que luego se cuenta a la gente.
Y si se quiere contar un cuento, porque de un cuento se trata, qué creen Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba que van a ganar ante una opinión pública que, de entrada, no se va a creer nada de lo que se le cuente. Nadie se va a creer que esas reuniones clandestinas se han hecho con la sana intención de arreglar alguno de los múltiples problemas que tiene España, porque si esa fuera la intención, tanto uno como otro exigirían que los contactos fueran públicos. Nada hay más gratificante para un responsable político que poder decir que va a emplear una parte de su tiempo en tratar de encontrar una solución a cualquiera de los problemas que aquejan a los españoles en estos momentos.
En España, donde ahora todo está mangas por hombro, se hacen reuniones secretas para contar que se han tenido reuniones secretas
El simple hecho de que se nos cuente la reunión secreta lleva implícita la desconfianza por parte de los que escuchan. “Si fueran buenas las intenciones de las partes, ¿por qué tienen que reunirse en secreto?”, fue lo que le escuché a la señora a la que le compro el pan. “Cuando lo hacen así será porque algo malo están tramando contra nosotros”, fue el comentario de otro cliente al que despachaban en ese momento.
Ya sabemos que desde que la crisis hizo acto de presencia en España, no es el Gobierno elegido por el Congreso de los Diputados el que decide sobre nuestro futuro colectivo, sino una cosa llamada troika que casi nadie conoce y que en ruso significa vehículo a modo de trineo, arrastrado por tres caballos. Pero eso es una cosa y otra más llamativa es que aquello en lo que aún podemos decidir, los encargados de hacerlo, lo hagan en secreto. El peligro es que las decisiones importantes no se tomen en el Parlamento, sino en los despachos y en secreto. Y, entonces, ¿qué pintamos los ciudadanos?