40 años.

Hace cuarenta años, un 8 de junio de 1983, fui investido Presidente de la Junta de Extremadura. Mis recuerdos de ese día son borrosos. Después de lo vivido, cuatro décadas es demasiado tiempo como para recordar exactamente los sentimientos que se albergaron en mi corazón y las cosas que pasaron por mi cabeza. Nunca me había preparado ni concienciado para semejante responsabilidad.

Hoy, unos días después de las últimas elecciones autonómicas, quienes aspiran a ocupar ese puesto saben que terreno pisan y qué tareas tienen que continuar, profundizar o cambiar. Entonces, en junio de 1983 acabábamos de celebrar las primeras elecciones autonómicas de la historia de Extremadura. Nadie sabía que utilidad podía ofrecer una herramienta que como el Estatuto de Autonomía para enfrentar una situación tan desgraciada como la que ofrecía nuestra región en esa época. Cuarenta años después sabemos que el Estatuto es una buena oportunidad y que la región tiene la seguridad de que el futuro ya no tiene su asiento solo en Madrid, sino que dependen en buena medida de nosotros, los extremeños.

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