¿A QUIÉN IBA A BESAR, SI NO?

Terminó un diputado de Cataluña su intervención en el debate de investidura del candidato a presidente del gobierno  y Pablo Iglesias se avalanzó sobre él para abrazarle y besarle  los labios. Nada pasó y a nadie escandalizó. Por eso, cuarenta y ocho horas después, ese mismo Pablo Iglesias volvió a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados para sorprenderse de que, habiendo besado a un hombre en los labios, nadie hubiera manifestado su disgusto o su escándalo. Cualquiera diría que estaba celoso de su compañera Bescansa que, con su aparición en el hemiciclo con el niño a cuesta, si levantó opiniones y comentarios de todo tipo y calaña. El adanismo de Pablo Iglesias le lleva, a veces, a olvidar que antes de que él llegara, el PSOE y varios grupos parlamentarios habían aprobado leyes en el parlamento español que terminaban con la discriminación y escándalo que suponía ese tipo de afectos y amores.

Por otra parte, si no besaba a un hombre, ¿a quién iba a besar Pablo Iglesias? El 20-D no solo puso de manifiesto el fin del bipartidismo, sino que reflejó el machismo imperante en la nueva política española que, en eso, no se diferencia en nada de la vieja. En la campaña electoral y en el debate de investidura todos hablaron muy bien de las mujeres, pero todos los candidatos a presidentes de gobierno en esas elecciones eran hombres. ¿Qué razones tendrán para que, pregonando las virtudes y excelencias de las mujeres, ninguno dé un paso atrás para que sean mujeres las que sustituyan a tanto hombre que ni para formar gobierno sirven?

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