Aliados

Santiago Abascal / EFE

Un aliado es cualquier persona que apoya, fortalece o da la cara por otra persona o  grupo de personas. Esa persona que apoya o fortalece a otros puede ser voluntariamente elegida o accidentalmente comprometida.

Abascal, el líder de Vox, se constituyó en el mejor aliado, voluntario o involuntario, del candidato socialista la presidencia del gobierno.

Cuantas más veces salgan a la calle a insultar a Pedro Sánchez, más fortaleza le proporciona al Secretario General del PSOE. Hace el papel del tonto. En realidad, hace de tonto cabal y perfecto. Naturalmente, como ocurre casi siempre, es el último en saberlo. Quienes desde el PSOE no compartimos la política de acuerdos que lleva la dirección del PSOE contra la esencia del socialismo denunciamos el disparate y la fanfarronería de Abascal. Los españoles no están por la labor de colgar a su Presidente por los pies y los socialistas estamos aquí para evitarlo si algunos “patriotas” estuvieran en ese truculento intento.

Y, a su vez, el PP se está convirtiendo en el tonto útil de Vox. Su presidente, Alberto Núñez Feijoo, se encuentra atrapado entre Abascal, por un lado, y Ayuso, es decir, José María Aznar, por otro. Quien parecía un líder sólido, ganador de varias elecciones en Galicia, se ha encontrado con dos muros infranqueables que le debilitan y superan. Se ha podido comprobar una vez más en los dos discursos pronunciados por la Presidenta de la Comunidad de Madrid y por el líder del PP. La concentración de hace unas semanas en la capital de España convocada por los populares concluyó con la entonación del himno nacional. Ambos dirigentes lo escucharon en posición de “firmes”. No había más que ver la cara de Ayuso y la de Feijoo para saber quién se encontraba feliz (Ayuso) y quién destilaba frustración (Feijoo).

“El tirano en el banquillo o los que nos movilizamos, en la cárcel”. Esta tremenda frase fue pronunciada ese día, en la concentración ante la sede federal del PSOE, por el máximo dirigente de la tercera fuerza parlamentaria. El que fue candidato a Presidente –y hoy Presidente- no se sentará en el banquillo por que lo diga Abascal. No es Vox quien juzga y sentencia a los españoles. No tienen ninguna prueba para hacer esa profecía. Si la tuviera ya estaría tardando demasiado en acudir al Juzgado de guardia para presentar la denuncia correspondiente.

Despejada la primera sentencia (“El tirano en el banquillo”), cabe examinar la segunda (“los que nos movilizamos, a la cárcel”). ¿Qué es lo que va a hacer Abascal para merecer juicio, condena y encarcelamiento? ¿Qué delitos piensa cometer? ¿Qué razones tiene para sospechar que si ejerce su libertad sin atacar la libertad de otros, irá a la cárcel? Millones de españoles sabemos que nuestra conducta no es merecedora de sanción y sentencia judicial, ¿por qué cree Abascal que la suya sí merecerá ese destino? ¿Acaso nos está avisando de algo que solo él conoce y que si triunfa concluirá con los huesos de Sánchez en la cárcel o que si fracasa serían los suyos los que irían a prisión?

Feijoo y Abascal ya han demostrado que poseen capacidad de convocatoria. Muy bien. Ahora se trataría de demostrar que tienen capacidad de liderazgo. ¿Dónde? En el Parlamento. Ya han dicho todo lo que tenían que decir sobre Pedro Sánchez. Si vuelven con los mismos argumentos al Congreso de los Diputados, habrán perdido la mejor ocasión para demostrar a los españoles que ellos tienen un proyecto para España mucho mejor que el que representa Pedro Sánchez. Volver a los insultos, poner en cuestión la legitimidad de la mayoría parlamentaria nos conduce a las concentraciones callejeras de las últimas semanas. Para ese viaje no se necesitaban alforjas.

La Transición fue el mejor ejemplo de cómo se puede negociar el futuro de nuestro país entre fuerzas políticas adversarias. Basta con dejar fuera del acuerdo a los extremos de ambas orillas. La derecha franquista marginó a los ultras que pretendían continuar la dictadura franquista sin Franco. La izquierda exiliada, clandestina, ilegalizada se despojó de los grupos cuyo único interés residía en procesar y condenar política y judicialmente al franquismo. Ese sería el camino a seguir para que PSOE y PP llegaran a acuerdos que posibilitaran el avance y el progreso de nuestro país y la concordia entre la inmensa mayoría de los españoles. Una España en la que domine una mitad contra la otra mitad es un país condenado a repetir los errores más desgraciados de nuestro pasado.

Cuarenta y cinco años después de aprobada la Constitución, ¿no hay nada de lo que hablar por quienes deberían tener más afinidad que la que hubo en 1976 y 1977 entre ganadores y perdedores de la guerra civil de 1936?

El disparate de Abascal profetizando el dramático fin de Pedro Sánchez vuelve a indicar que la derecha tiene la obligación de marginar a su extremo si pretende ser útil a la convivencia cívica. Esa convivencia se adivinaría más posible si el PSOE marginara a sus extremos.

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