CUÁNTO, EN QUÉ CONDICIONES Y CON QUÉ GARANTÍAS

Sanchez y Merkel durante las negociaciones en la UEA los demócratas españoles nos costó tanto tiempo, cuarenta años esperando entrar en la Unión Europea, que estamos siempre dispuestos a perdonar cualquier veleidad, cualquier desviación, e incluso a tratar de superarla con tal de que no desaparezca este maravilloso invento que se llama Unión Europea. Muchos de nosotros, por cierto, no dimos por concluida la Transición española hasta que no ingresó España en la Unión Europea. La Constitución de 1978 nos dio la libertad; y sin embargo, el ingreso de España en la Unión Europea nos homologó democráticamente con el resto de países a los que queríamos parecernos.

Y, efectivamente, después de 1986, empezamos a parecernos a los alemanes, a los italianos, a los franceses, en fin, a todos aquellos países que conquistaron la democracia y la libertad después de la II Guerra Mundial. Nosotros, españoles recién llegados a la democracia, queríamos ser como ellos. Y lo conseguimos.

Y cuando ya fuimos como ellos, quisimos vivir como ellos. Y, por ejemplo, gracias a los fondos de cohesión y a los fondos estructurales, Extremadura posee una magnífica red de carreteras que se parece mucho a la red de carretera que he visto en Alemania o en Francia; diría que mejores e incluso que la que he visto por allí.

Los europeos de la segunda mitad del siglo XX, los de la generación a la que yo pertenezco, nos sentimos profundamente orgullosos de haber convertido a una Europa en guerra, en una Europa alrededor de un proyecto común que ha supuesto una historia de éxitos incontestables. Acceder a la UE era garantía de consolidación de los tres grandes valores que sustentaron la creación de la Unión Europea, que eran la democracia, la tolerancia y la justicia social.

Hace unos meses contemplamos estupefactos el proceso de elección de presidente de la Comisión Europea, en el nuevo periodo parlamentario. Pero nadie en Europa nos decía cuáles eran sus sueños para Europa y nadie en Europa nos está diciendo para qué queremos la Unión. El qué y el cómo será el resultado del para qué. Los ciudadanos no nos emocionamos ni nos entusiasmamos con lo que se hace en Europa ni con quién se está haciendo. Los ciudadanos estamos esperando a que alguien nos emocione, nos entusiasme, nos inspire con el para qué queremos ser europeos.

Cuatro días han tardado los líderes europeos en encontrar una propuesta para hacer frente a la pandemia. La sensación que hemos podido sacar los ciudadanos europeos es que allí se hablaba como lo hace el cliente que solicita una hipoteca con el director de un banco: cuánto, en qué condiciones y con qué garantías. Esa visión de Europa no pretenderá atraer a las generaciones del siglo XXI a una causa que ignora los valores que animaron a los fundadores de la Unión.

 

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