Y si no tienen nada que ver con el resto de España, cómo se explica que la patrona de Barcelona, la mártir santa Eulalia, sea la leyenda de una mártir que fue sacrificada en Mérida, (Badajoz, Extremadura) y de cuyo martirio en la capital extremeña se tienen noticias desde el siglo V, mientras que el primer testimonio escrito sobre el suplicio de la misma Eulalia -¿catalana?- data del siglo VII, es decir, tres siglos después del tormento sufrido por la mártir emeritense como consecuencia de la persecución a los cristianos por orden del emperador Diocleciano.
Los independentistas, tan aficionados a calentar la mente de muchos jóvenes de segunda y tercera generación, descendientes de quienes tuvieron que emigrar para que el nacionalismo español franquista tuviera salida económica a base de aprovechar mano de obra barata, desprotegida y pauperizada, no tienen inconveniente en adorar a quien sufrió el martirio en la misma tierra de la que salieron por miles los extremeños que tuvieron que dedicar su trabajo y esfuerzo a las necesidades del franquismo. Así que, por lo menos, en mártires sí que andamos emparentados.
Compartimos a la mártir Santa Eulalia mientras que el pintoresco Institut Nova Història pretende apoderarse de Cristóbal Colón, de Miguel Cervantes o de Leonardo da Vinci, gracias al dinero que algunos ayuntamientos catalanes le proporcionan para que reinventen el relato y metan en su zurrón a todo aquel personaje que haya destacado a lo largo de la historia. Según sus pseudohistoriadores una mano negra españolista consiguió borrar el origen catalán de figuras tan señeras y relevantes como las mencionadas. En agosto de 2013 se celebró un curso en el pueblo gerundense de Crespià, gobernado entonces por CiU, la coalición de Jordi Pujol, y aseguraron que El Quijote no fue escrito en castellano por Miguel de Cervantes, sino en catalán por Joan Miquel Servent.
El Institut Nova Història no para con sus descubrimientos. Según su director, el filólogo Jordi Bilbeny, Colón no era el que se dice que fue. Según el director, Bilbeny, Colón fue un noble catalán, de nombre Cristòfor Colom. No salió del Puerto de Palos para descubrir América, sino que lo hizo desde Pals d’Empòrda, Girona. En el palo mayor de la nave en la que navegaba no ondeaba la bandera española sino la señera.
No creo que pasen muchos años para que ese Institut enseñe a los jóvenes catalanes que el fantástico futbolista Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, no nació en Três Corações, Minas Gerais, (São Paulo), sino en un pueblo de Lérida. Su nombre no era Edson sino Esteve Aran y Nadal. Y años después, en la enciclopedia de ese “prestigioso” Institut podrá saberse que Lionel Andrés Messi, conocido como Leo Messi, no nació en Rosario, Argentina, como trató de camuflar la siempre presente mano negra españolista, sino que su lugar de nacimiento se sitúa en un pequeño municipio de Tarragona. En la pila bautismal y en el registro civil se constata que el nombre verdadero de Messi es el de Lleonard Andreu Marc.
Nadie se acuesta sin haber aprendido algo nuevo durante el día.