Todos los tesoreros vivos de Convergencia Democrática de Cataluña están imputados por corrupción estructural, es decir, por exigir y aceptar pagos al partido para dar concesiones públicas a empresas privadas. La sede central del partido está embargada por dichos hechos en procesos judiciales en curso, y el número de dirigentes de dicho partido imputados en el Sumario “del 3%” y otros casos judiciales en curso es amplísimo. Todo el mundo lo sabía; en Cataluña resultaba corriente la expresión: “el 3%”, cuando se trataba de hablar con la Generalitat. Todo el mundo lo sabía y, al igual que ha pasado con otras situaciones, todo el que lo sabía lo contaba sotto voce pero lo callaba públicamente.
Se hicieron independentistas cuando les apedreaban por la cantidad de recortes sociales que hicieron en Cataluña. Recuerden a Artur Mas saliendo en helicóptero del Parlament, porque los manifestantes mantenían rodeado el edificio donde se reúnen los representantes políticos.
La bandera española, que ahora retiran disimuladamente cuando utilizan un estrado en la Generalitat de Cataluña, es la que les arropó durante más de dos siglos, cuando los industriales catalanes eran los más patriotas de los españoles. Basta con recordar algunas citas para resucitar el patriotismo de quienes año tras año y gobierno tras gobierno, con dictadura y con democracia, con presidentes de derechas o de izquierdas, siempre salieron beneficiados por un nacionalismo español del que ahora pretenden renegar.
Ese nacionalismo español al que tan unido se mantuvieron los industriales catalanes quienes, a través de la organización patronal catalana, Fomento del Trabajo Nacional, cuando Maura concedió la autonomía a la anticolonialista Cuba, calificaron dicha medida como “una desdicha nacional y estéril esfuerzo”. Por aquellos años, el brillante escritor Vicente Blasco Ibáñez escribió en 1907: “Valencia, que ha sido la cenicienta del Mediterráneo, en cuyo puerto impera la más honda miseria por culpa de Barcelona, que lo absorbe todo, que es el verdugo de Levante, que quiere convertir toda España en huevo para tragarse hasta la cáscara, que envía a nuestra ciudad sus productos libremente, sin que sufran ningún impuesto a su entrada, y en cambio la pasa, la naranja y las legumbres valencianas pagan un enorme tributo municipal al entrar en Barcelona”.
Todo el siglo XIX y buena parte del XX fueron los siglos en los que los industriales vascos y catalanes mantuvieron cautivo el mercado español gracias a la política proteccionista de los distintos gobiernos españoles. Y así ha seguido la cosa con dictadura o con democracia.
Veamos, si no, a Cambó, uno de los más importante líderes catalanistas, que no dudó en poner su fortuna a las órdenes del dictador Franco y escribió estas cosas tan “catalanistas”: “como catalanes, afirmamos que nuestra tierra quiere seguir unida a los otros pueblos de España por el amor fraternal y por el sentimiento de la comunidad de destino, que nos obliga a todos a contribuir con el máximo sacrificio a la obra común de liberación de la tiranía roja y de reparación de la grandeza futura de España”.
Hoy, disimuladamente retiran la bandera española con una mano, mientras que con la otra reclaman más y más privilegios para quienes gastan en corrupción o en independentismo o en las dos cosas a la vez.
Como ya es habitual en sus artículos.
Una vez más demuestra su sensatez y sentido común. Dice las cosas como las piensa y sus palabras están llenas de contenido. Yo, con Juan Carlos siempre.
Es una delicia leer los artículos del presidente Rodríguez Ibarra. Su tono de profesor universitario , y su experiencia como presidente de la Junta de Extremadura durante tantos años , le convierte en un Aristotélico Zoon Politikon . Un lujo para el lector.