Los separatistas catalanes siguen con la matraca del “derecho a decidir”. Parece mentira que gente tan de derechas y tan supremacistas se apunten al anarquismo-totalitario y a la democracia directa.
En contra de lo que se supone y afirman, los ciudadanos defensores de esa democracia asamblearia que, según ellos, está por encima del Estado de Derecho, del sistema de libertades democráticas y de las Instituciones que los regulan, basan sus convicciones en una profunda ideología totalitaria: “Yo puedo decidir siempre y como quiera, lo que quiero hacer y lo que estoy obligado a hacer, y los demás deben reconocer este derecho mío a decidir y a hacer. Estamos ante la nueva ideología anárquica-totalitaria del Siglo XXI en versión del nacionalismo separatista catalán.
Esa actitud que conlleva el derecho a decidir al margen de las leyes y de la Constitución pertenece a la misma familia de los que en estos días emplean igual forma y se comportan de similar manera a como lo hicieron y hacen los enemigos del Estado de Derecho. “Yo hago un llamamiento por las redes sociales para acosar las sedes de los socialistas, y los hago como quiera porque es un derecho mío a concentrarme donde me dé la gana y en compañía de quienes quieran sumarse”, lo que no deja de ser más que un escrache tan criticable y denunciable como el que se hizo en años pasados por los “inventores de la nueva política”. Los escraches los realizan un grupo de activistas que se dirigen al domicilio o lugar de trabajo donde se reconozca a alguien a quien se quiere denunciar.
Las concentraciones de estos días son una violación de la intimidad, porque, no en vano, las sedes socialistas, en la mayoría de los casos, se denominan “casa del pueblo”. En esas casas se reúnen hombres y mujeres para hablar, para analizar, para debatir, para tomar un café en los casos en los que se pueda, para afirmarse en sus creencias socialistas o para denunciar los desvíos que consideren denunciables. En esas casas del pueblo se juntan normalmente afiliados jubilados, jóvenes que están aprendiendo lo que significa militar en un partido centenario que, a veces, acierta y, a veces, se equivoca. Y esas casas tienen todo el derecho a ser respetadas. Quienes conocen la historia de nuestro país saben que esas casas ya fueron cerradas por la dictadura franquista y no es democrático acosarlas por decisiones que siendo equivocadas pueden ser corregidas por los ciudadanos en las próximas elecciones si así lo consideran.
Es seguro que cualquiera de los que se concentran frente a las sedes socialistas en actitud poco amigable pondrían el grito en el cielo si cualquier día se vieran ellos y sus familias acosados en sus domicilios de la misma manera a como lo hacen o lo han hecho bajo el argumento de que “yo puedo decidir siempre y como quiera, lo que quiero hacer y los demás deben reconocer que este derecho mío a acosar a los socialistas es un bien hegemónico para mí, y está por encima de los valores y normas democráticas de los que una sociedad democrática se ha dotado”.
Quienes alardean de patriotismo deberían contener sus ansias de defensa de la patria para que en España podamos vivir unos al lado de otros. Ya fueron muchos los años donde unos vivieron debajo de otros como para que volvamos a las andadas.
He defendido que en asuntos de amnistía, el fin no justifica los medios. Ahora, en acciones de acoso a las “casas del pueblo”, tampoco se justifica.