Recientemente, Manuel Cancio Meliá, catedrático de Derecho Penal en la Universidad Autónoma de Madrid y vocal permanente de la Comisión General de Codificación, escribió un artículo en un diario de tirada nacional referente al balance jurídico y político de la ley de amnistía. Su artículo concluía con la siguiente pregunta: “Pero ¿había que tirar de todo de lo que se tiró? Sin culpabilizar a nadie concretamente: la reacción del Estado, usando la fuerza y recurriendo a los instrumentos más pesados del Código Penal, fue un error. Reconozcámoslo y sigamos con nuestra vida”.
A lo que el Estado tuvo que hacer frente en los meses de septiembre y octubre de 2017 fue a la acción de una derecha radical, supremacista y golpista encabezada por un prófugo de la Justicia que violó la Constitución española, el Estatuto de Autonomía y el Reglamento del Parlamento de Cataluña, lo derechos de la oposición y de los ciudadanos, desviando fondos para un referéndum ilegal, declaró ilegalmente la independencia de Cataluña, flirteó con Rusia, provocó la marcha de miles de empresas de Cataluña y para evitar las consecuencias penales de tanto atropello, se metió cobardemente en el maletero de un coche y huyó a Bélgica, donde lleva años arremetiendo contra la democracia española y defendiendo que su referéndum del 1 de octubre fue completamente legal.
No se sabe qué es lo que hubiera hecho el catedrático de haber estado en la arena de la plaza en lugar de en el tendido de sombra ante semejante desafío.
Lo que sí se sabe y no se quiere reconocer es que si tanto el gobierno de entonces como el PSOE de entonces no hubieran actuado y “tirado con todo” resulta imposible imaginar en qué situación estaría ahora el puzzle español ante tamaño puñetazo para romper la silueta de un Estado que con tantos siglos fuimos capaces de componer. No es casualidad que quienes quieren romperlo, desde dentro y desde fuera, Puigdemont y Putin, hubieran estado juntos en semejante intento de destrozo. Unos, porque no fueron tan cobardes, acabaron en la cárcel (Junqueras y compañía) y otros, porque fueron tan gallinas (Puigdemont y compañía) dieron la espantada, lo cierto es que eso que el catedrático califica de error, yo lo denomino mano de santo. A partir de que se “tiró con todo”, nunca más se les ocurrió a los independentistas jugar con fuego. Ni Torra ni Aragonès tuvieron la tentación de hacer lo que hizo y dijo Puigdemont. Este último pretende volver en lo alto de la baca del coche si se le garantiza la presidencia de la Generalitat; de lo contrario seguirá tan ricamente de okupa en la mansión belga sin que nadie tenga el más mínimo interés en averiguar a nombre de quién se facturan los gastos del prófugo.
Aaahhhhh, pero el prófugo golpista y cobardon cuenta con 7 escaños, siete votos que valen un gobierno o un desgobierno . En fin, como el título del libro de Paco Umbral, » si hubiéramos sabido que el amor era eso «
Aparte de la ley de amnistía, sabe usted escribir de otra cosa? Que obsesión