Vendrán las elecciones catalanas. Peor que lo que ha pasado en el País Vasco no va a pasar en Cataluña. Podrá ganar Puigdemont y no me espantará de la forma en que lo han hecho las decenas de miles que han votado a Bildu, partido que se ha negado a calificar como terrorista a ETA. Después de las elecciones vascas, lo que vaya a pasar en Cataluña me parecerá un juego de niños.
Solo encuentro un par de explicaciones al voto a los herederos de ETA. Tras los cientos de asesinatos de la banda, fueron muchas las familias que hicieron sus maletas y dejaron la tierra en la que mataban a sus componentes y profanaban sus tumbas. Como no se quedaron en el País Vasco, no pudieron contar la clase de asesinos que vivían en sus pueblos. Uno de cada diez vascos se desterró y su voto no pudo caer en la urna de la dignidad, frente a la inmoral de Otegi.
Quienes quedaron o bien eran los que jaleaban a los asesinos y ahora les votan o eran los que permanecían en silencio ante el terror que les infundían los terroristas. El silencio aterrador impidió la elocuencia sobre los asesinos.
Así que entre los que se fueron y no pudieron contarlo, entre los que quedaron y contaron las heroicidades de los nuevos gudaris y los que no pudieron hablar por el terror, podemos adivinar las razones del resultado de Bildu. Es bastante repugnante y es vergonzoso soportarlo.
Está ocurriendo lo contrario de lo que pasa en España. Quienes durante 40 años eliminaron a los demócratas, cuando llegó el momento de votar libremente, quienes sufrieron las consecuencias de la dictadura tuvieron millones de votos, mientras que los represores no gozaron ni gozan de la confianza de la ciudadanía. Por contra, resulta incomprensible que quienes sufrieron atentados, secuestros, asesinatos, extorsiones no lleguen a una veintena de diputados mientras que los herederos de los que atentaban, secuestraban, asesinaban o extorsionaban se convierten en los beneficiarios del voto inmoral.
Vendrán las elecciones catalanas y, visto lo visto en las elecciones vascas, no tendrá la menor importancia si Puigdemont se convierte en el próximo presidente de la Generalitat. Si no se teme a quienes ponían bombas en los bajos de los coches, qué temer de quién huía escondido en un maletero.