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Certezas y paradojas

No pretendo con este escrito convencer a nadie de nada. Compartir certezas y dudas se me antoja necesario en este complicado momento en el que vivimos. Nadie sabe, por ejemplo, si es cierto que un gobierno cuyo presidente fue la consecuencia de un parlamento surgido de unas elecciones, debe rendir cuentas o no de su acción de gobierno ante otro parlamento, consecuencia de otras elecciones posteriores.

De lo que no cabe la menor duda -y ahí va mi primera certeza- es de que es el Parlamento, y no los ciudadanos, el que elige al presidente de un gobierno en un sistema parlamentario como el que diseña nuestra Constitución, a diferencia de lo que ocurre en los sistemas presidencialistas. Resulta paradójico y contradictorio que, para demostrar el nivel de democracia en el funcionamiento interno de un partido, la prueba del nueve sea la de elegir o no a su candidato a presidente del Gobierno, alcalde o presidente de comunidad autónoma por el procedimiento de primarias.

Acortar plazos o cambiar género

Cuando el diputado Xavier Domènech, líder de En Comú Podem, acabó su intervención en el debate de investidura, Pablo Iglesias, portavoz de Podemos se abalanzó sobre él para abrazarle y besarle los labios. Nada pasó y a nadie escandalizó. Por eso, cuarenta y ocho horas después, ese mismo Pablo Iglesias volvió a la tribuna de oradores del Congreso para sorprenderse de que, habiendo besado a un hombre en los labios, nadie hubiera manifestado su escándalo. Cualquiera diría que estaba celoso de su compañera Bescansa que, con su aparición en el hemiciclo con el niño a cuestas, sí levantó opiniones y comentarios de todo tipo y calaña. El adanismo de Iglesias le lleva, a veces, a olvidar que antes de que él llegara, el PSOE y varios grupos parlamentarios habían aprobado leyes en el parlamento que terminaban con la discriminación que suponía ese tipo de amores.

¿A QUIÉN IBA A BESAR, SI NO?

Terminó un diputado de Cataluña su intervención en el debate de investidura del candidato a presidente del gobierno  y Pablo Iglesias se avalanzó sobre él para abrazarle y besarle  los labios. Nada pasó y a nadie escandalizó. Por eso, cuarenta y ocho horas después, ese mismo Pablo Iglesias volvió a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados para sorprenderse de que, habiendo besado a un hombre en los labios, nadie hubiera manifestado su disgusto o su escándalo. Cualquiera diría que estaba celoso de su compañera Bescansa que, con su aparición en el hemiciclo con el niño a cuesta, si levantó opiniones y comentarios de todo tipo y calaña. El adanismo de Pablo Iglesias le lleva, a veces, a olvidar que antes de que él llegara, el PSOE y varios grupos parlamentarios habían aprobado leyes en el parlamento español que terminaban con la discriminación y escándalo que suponía ese tipo de afectos y amores.

Algunas paradojas de la democracia

Participantes en el debate a 4. Foto: EFE
En los debates que hasta la fecha se han celebrado entre algunos de los partidos que concurren a las elecciones generales del próximo día 20 se pueden apreciar varias circunstancias que ponen de manifiesto la ignorancia o la falta de respeto de la que hacen gala algunos entrevistadores y comentaristas, que deberían estar obligados a conocer el funcionamiento de nuestro sistema político y el de los partidos que confluyen a unas elecciones generales.

MACHISMO

En el momento de escribir estas líneas, el parlamento catalán ha aprobado una propuesta de desconexión con España, la campaña electoral para las elecciones generales del 20 de diciembre está en sus prolegómenos y tres mujeres más (casi 800 desde 2003 hasta hoy) han sido asesinadas por hombres.

Y hombres, solo hombres, encabezan las candidaturas de los principales partidos (PP, PSOE, CIUDADANOS, PODEMOS, IU, UPyD de ámbito nacional). Y un hombre, solo un hombre que iba el cuarto en la lista electoral del Junts pel Sí, por debajo de dos mujeres, se considera  a sí mismo indispensable para romper el cordón umbilical que une a Cataluña con el resto de España. Todos ellos hablarán de la violencia de género y de la virtuosidad de las mujeres en política, pero ninguno de ellos considerará que si dieran un paso atrás, y una mujer ocupara la próxima presidencia del gobierno de España, probablemente sabrían mejor que los hombres como atacar el asesinato constante y continuo de sus congéneres. Y saben, mejor que los hombres, que romper cordones umbilicales produce llanto y frío, mucho frío.

No lo hará ninguno porque, si bien, cantarán las excelencias femeninas, ellos van los números uno porque se consideran mejores que las que vayan en números 2.

 

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