Constitución

Tres cosas

1.- ¿En qué se parecen las redes sociales al hemiciclo del Congreso de los Diputados español? En que en ambos se practica el arte del insulto, la cobardía de destrozar la intimidad de las personas, se difunden rumores sin confirmar sobre corrupciones, se manipula a la opinión pública con informaciones falsas. ¿En qué se diferencian? En el anonimato. En las redes sociales se insulta desde el anonimato. En el hemiciclo se hace a cara descubierta.

¿Error o confusión?

Si alguien cree que si consigue un número significativo de votos como para poder violar la Constitución, fundamentalmente en sus artículos uno y dos, sin que eso provoque disturbios y violencia, cuanto antes le vayamos quitando de la cabeza esa idea, mejor para todos. Si alguien piensa que con un sesenta por ciento de votos a favor de la independencia se puede violar la Constitución, que sepan que eso seguramente generará inestabilidad y generará violencia. Y la violencia que se genere será la consecuencia de aquellos responsables que quieren conseguir esos objetivos por la fuerza.

Tres falsas evidencias

Primera: El derecho de autodeterminación. Los independentistas catalanes esgrimen ese tótem como forma de demostrar que ese supuesto derecho está permitido por el Derecho internacional. Tanto hablan de eso, que la izquierda menos culta y solvente se apunta a ese carro como si así demostraran su modernidad.

Contra nosotros: riqueza y renta

Contra nosotros: riqueza y renta / rosell

Antoni Castells, consejero socialista de Hacienda de la Generalitat en 2009, declaró tras la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera del 15 de julio de ese año, cuando se aprobó el modelo de financiación autonómica que rige ahora, que el nuevo sistema “no sólo es bueno para Cataluña, sino que también lo es para el conjunto de España”. Castells celebró y valoró el acuerdo porque “con él, se cumple estrictamente el Estatuto de Cataluña y por el hecho de que se produzca un cambio de modelo”. Eran esos días en los que la prensa valoraba la astucia de los negociadores catalanes que, según esa prensa, siempre acababan las negociaciones con las alforjas llenas

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