No hay bien que por mal no venga
José Luis Corcuera fue un excelente ministro del Interior que dimitió por haber empeñado su palabra respecto al contenido de la ley de seguridad ciudadana que elaboró su ministerio, y al que se le descalificaba porque surgió del mundo obrero -en 1963 ya era aprendiz en Altos Hornos de Vizcaya- y desde allí fue ascendiendo en el sindicalismo. En 1976 dejó su puesto de electricista y se dedicó en exclusiva a la UGT. La crítica era por no haber sido universitario, de lo que se deduce que si hubiera estado en posesión de alguna licenciatura o de alguna ingeniería se le hubiera tratado de forma más amable. Ese ejemplo puede ayudar a comprender las razones por las que algunos políticos decidieron inflar su currículo; el objetivo era ponerse un escudo para protegerse de críticas ácidas, despreciativas y bastante clasistas y elitistas.
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