Resulta habitual, aunque no por eso menos aberrante , el asesinato de mujeres a manos de sus parejas. El último caso ocurrió en Úbeda, donde una mujer murió acuchillada por su marido. Para rematar la horrible faena, el verdugo se quitó la vida tirándose por el balcón de un cuarto piso en el que vivía la pareja y sus dos hijos, también asesinados por el parricida. Son muchas las llamadas que desde diferentes colectivos y medios de comunicación se realizan para tratar de concienciar a posibles víctimas de la violencia de género. Se me ocurre pensar que el mejor anuncio que podría ensayarse para concienciar a los futuros victimarios sería el siguiente: «Si piensa suicidarse después de matar a su mujer y/o a sus hijos, invierta los términos: SUICÍDESE ANTES y le enterraremos como se merece. Hacerlo al revés le convierte en un asesino. Suicidarse antes le convierte en un suicida. ¿Cómo le gustaría ser recordado?».
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Tenía un cachorro en mi casa. Cada vez que podía, y podía cuando estaba solo, destrozaba zapatillas, cortinas, alfombras, etc. Nos descuidamos, y la maceta más bonita, y que con mucho cuidado pusimos en un macetero de cerámica, cayó hecha añicos; desde el primer día se propuso tirarla, y lo hizo con gran estruendo y esparciendo la tierra de la planta por medio patio. Debe ser que mi cachorro llegó a casa muy mal educado. A pesar de que le hemos dado alojamiento en nuestra casa, alimentos completos, que le hemos llevado al veterinario para vacunarlo o cuando ha hecho falta, que le hemos comprado juguetes y golosinas y, lo más importante, que le hemos garantizado una infancia y juventud llena de confort, el veterinario y muchas páginas en internet nos dicen que la manía de romper todo, desde jarrones hasta maceteros, es la consecuencia de su comportamiento infantil y de su irresponsabilidad. Creímos, que nuestro perro tenía mal carácter. No era eso. Seguramente había olvidado todo lo que le habíamos dado para que su salud, su alimentación y su confort quedaran asegurados.