Estatuto de Autonomía

40 años.

Hace cuarenta años, un 8 de junio de 1983, fui investido Presidente de la Junta de Extremadura. Mis recuerdos de ese día son borrosos. Después de lo vivido, cuatro décadas es demasiado tiempo como para recordar exactamente los sentimientos que se albergaron en mi corazón y las cosas que pasaron por mi cabeza. Nunca me había preparado ni concienciado para semejante responsabilidad.

Dirigentes o marionetas

Dirigentes o marionetas / Rosell
Dirigentes o marionetas / Rosell

Yo soy partidario del Estado de las Autonomías. El Estado de las Autonomías ha elevado el nivel vital de todos los territorios de España y eso es un haber positivo que no puede olvidarse. Sin duda, las comunidades autónomas han cometido muchas torpezas, pero sus aciertos han servido para el progreso de España y de sus territorios. Plantear ahora el retorno al sistema centralista es sencillamente suicida. No hay una sola posibilidad entre mil de que la clase política acepte esto y probablemente ningún pueblo de España lo quiera.

Bueno, tal vez, esta última afirmación haya que matizarla. La pandemia, en su primera y segunda versión, además del enorme roto que está haciéndole a la economía española y la desgracia que está llevando a tantos hogares a través de la enfermedad y la muerte, está llenando de argumentos a los enemigos de este buen descubrimiento que significó la incorporación del Estado autonómico a la descentralización de España.

¡Y ellos lo saben!

¡Y ellos lo saben! / Rosell
¡Y ellos lo saben! / Rosell

España tiene una extensión territorial de 505.990 kilómetros cuadrados. Cataluña, 32.108. En el caso de que unilateralmente decidieran la separación del resto de España, los españoles nos encontraríamos ante un grave problema que tiene poco que ver con la dimensión de nuestro país. No es la extensión del territorio lo que hace grande, fuerte y consistente a una nación; se puede ser un macro territorio y, sin embargo, disponer de una economía deficiente y de un Estado con una democracia inexistente o debilitada; ejemplos hay que demuestran que a España no tenía que irle mejor o peor en función de dónde sitúa sus fronteras. Fronteras que, en el caso español, no han parado de moverse desde que con los reinados de Carlos I y Felipe II, en el Imperio español -según nos enseñaban en la escuela- nunca se ponía el sol. Ya a partir de Felipe III las sombras comenzaron a aparecer con la pérdida de los Países Bajos, el Milanesado, Nápoles, las colonias americanas, los territorios en Asia y Oceanía, las colonias norteafricanas… Cuando en 1978, la nueva Constitución alumbró la democracia española, los españoles estábamos curados de espantos si de pérdidas territoriales se trataba.

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