Lejos de mi intención tomar partido en la disputa mantenida, por el momento, entre el Rey Juan Carlos I y el ex presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla. No he podido recordar las cosas que el ex presidente ha ido contando en los medios de comunicación sobre el que hasta no hace mucho era, por lo visto, su héroe y su mejor amigo.
Yo era un joven diputado socialista por la provincia de Badajoz el día en que el teniente coronel Tejero asaltó el hemiciclo con un grupo armado de guardias civiles. Era 23 de febrero de 1981.
El pasado 29 de septiembre se publicó en un periódico digital una crónica que firmaba una periodista del corazón, haciéndose eco de una información que escribía otra periodista en su blog de la revista Lecturas, que, a su vez, se hacía eco de lo que, al parecer le relató una persona que estuvo presente en la recepción que ofreció el rey británico, Carlos III, el pasado día 18 del mismo mes, en el Palacio de Buckingham a los invitados al funeral por la difunta Reina Isabel II.
No sé a qué facultad o escuela de periodismo habrán ido las citadas más arriba. Una no tiene inconveniente en contar lo que cuenta otra, que a su vez cuenta lo que le contó otro, un invitado que, según dice una de ellas, al parecer estuvo allí. Vamos, lo contrario de lo más elemental en periodismo. Alguien no tiene inconveniente en difamar a otra persona con el solo argumento de lo que cuenta una tercera a la que le contó algo un cuarto. Un cuarto al que nadie conoce por lo que los lectores tenemos todo el derecho a dudar de la veracidad de lo cotilleado. Como no sabemos quién es el testigo, no podemos saber si estuvo o no estuvo en la recepción.
Ha dado la sensación de que toda la programación televisiva en estos diez días no difería sustancialmente de los programas frívolos que hablan de cotilleos
Los Reyes y los Eméritos durante el funeral de Isabel II. Gtres
Este lunes se dio sepultura, en el castillo de Windsor, a Isabel II, Reina de Gran Bretaña. Han sido diez días de luto, tiempo suficiente para que nada de lo ocurrido en ese período haya sido improvisado. Desde su fallecimiento en ese castillo hasta el entierro final no hubo un solo fallo en el protocolo seguido para la ocasión. Los medios de comunicación españoles también han tenido esos diez días para poder ilustrarse sobre todo lo que se iba a ver, oír y leer por los ciudadanos que hubieran tenido interés en seguir el llamado acontecimiento del siglo.
El expresidente de Extremadura estaba en el Congreso de los Diputados cuando Antonio Tejero irrumpió a tiros y gritando: “Quieto todo el mundo”. Testigo directo del intento del golpe de estado, lamenta que los jóvenes de hoy en día no sepan lo que pasó aquel 23 de febrero de 1981. Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha defendido al Rey Juan Carlos: “Hoy debería haber estado en el Congreso”