mascarillas

Todo está escrito

Casi nada de lo que ocurre en la actualidad ha pasado por primera vez. La literatura, bien sea la transmitida oralmente o por escrito, ya sea por lenguaje poético o narrativo, siempre dispone de un relato o de un poema que describe lo que nos pasa en la actualidad.
Para el caso tan resonado sobre el tráfico de mascarillas y los comisionistas que se embolsaron millones de euros, mientras millones de manos esperaban a que los relojes hicieran coincidir sus manecillas o números digitales con el 8 y las 12, para salir a las puertas, ventanas y balcones y juntarlas en un aplauso cerrado y merecido para quienes arriesgaban su vida desde el Sistema Sanitario intentando salvar la de los asustados ciudadanos que, durante un tiempo excesivamente largo, esperábamos mascarillas para protegernos de un virus que casi acaba con el sistema económico capitalista, la fábula que viene como anillo al dedo es la siguiente:

Sicarios y obnubilados

Que se sepa, todavía nadie ha pedido perdón por haber emitido su voto a favor de esa ley que algunos se niegan a cumplir

Imagen de Pablo Hasel dentro de la cárcel de Lleida publicada por el diputado de la CUP en el Congreso Albert Botran. Europa Press
Imagen de Pablo Hasel dentro de la cárcel de Lleida publicada por el diputado de la CUP en el Congreso Albert Botran. Europa Press

“Somos conscientes de que, si dejamos que Pablo Hasel sea encarcelado, mañana pueden ir a por cualquiera de nosotros, así hasta conseguir acallar cualquier suspiro disidente”. Así comenzaba un comunicado firmado por 200 personas del ámbito cultural.  Se entiende que el mundo de la cultura se solidarice con quienes puedan ser perseguidos por disentir; la libertad solo puede recibir ese nombre cuando la puede ejercer el disidente; de lo contrario estaremos hablando de regímenes autoritarios o dictatoriales, donde la libertad solo cabe si se juega únicamente en el campo de juego de la dictadura. Lo que no tiene sentido es que personas a las que admiramos por tantas cosas que hicieron y hacen en el ámbito cultural consideren un disentimiento lo que es una manifestación de invitación al asesinato.

¡LOS QUE VAN A MORIR OS SALUDAN!

Gente con y sin mascarilla por la calle. (Foto Prensa Libre: EFE)
(Foto Prensa Libre: EFE)

Muchas veces he hecho viajes largos conduciendo mi coche sin que en ningún momento mi atención se haya disipado. Cuando iba llegando a casa, en ocasiones y de repente, casi me salí en algunas de las curvas menos pronunciadas de las que encontré a lo largo del camino. “Ya hemos llegado”, le decía a mi acompañante cuando faltaban algo más de 15 kilómetros para llegar al destino. En esas circunstancias me he dado cuenta de que la cercanía a mi domicilio relajaba mi tensión y mi pie derecho se aplastaba más de la cuenta sobre el pedal del acelerador. Parece que llevan razón los técnicos cuando avisan de los peligros de accidentes cuando se está llegando al final del viaje. Crees que has llegado y, de pronto, donde te encuentras no es en tu casa sino en una ambulancia camino de un  hospital porque te saliste de la carretera en el sitio menos esperado.

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