Matteo Salvini

No todo el que vota populismo es populista

Los partidos democráticos de la derecha y de la izquierda identifican al votante influido por el miedo con el populista ideológico

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro

Ya se venía venir. Creíamos que la democracia occidental estaba consolidada. No íbamos a ser tan estúpidos como para dejarnos arrastrar por los Trump, los Salvini, los Le Pen y demás saboteadores de la libertad. Con lo que costó desterrar los discursos racistas, xenófobos, machistas, dictatoriales, sabíamos que quienes se asomaran a la arena electoral con esos pronunciamientos no llegarían ni a la esquina de cualquier colegio electoral. Eso ya no tenía sitio en sociedades hechas y derechas como las nuestras. Quienes se atrevieran a despreciar a las mujeres, a los homosexuales, a quienes tuvieran una piel de color diferente a la «blanca» o una religión distinta de la «verdadera» estarían cavando su tumba en el momento de nacer.

Matteo Salvini, alias «Águila Real»

Matteo Salvini, en una imagen de archivo.
Matteo Salvini, en una imagen de archivo.

No parece que el cainismo haya hecho su aparición en estos convulsos y sospechosos tiempos en los que vivimos. La Biblia ya cuenta la historia de Caín y Abel. No parece que en esos tiempos en los que no había razones económicas o sociales para expulsar a nadie del nido materno, Caín matara a su hermano Abel para quedarse con los beneficios del incipiente Estado del bienestar. Fueron los celos, otra enfermedad de los humanos los que propiciaron el primer asesinato de la historia. Después de eso, la aniquilación del otro parece que se instaló en el código genético de los seres humanos, hasta el punto que cuando conocemos noticias como la que están protagonizando los 629 migrantes del barco Aquarius, no tenemos más remedio que pensar en Caín y en su salvaje proceder.

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