Partido Popular

Ya no sé ni dónde vivo

Los más veteranos recordamos los tiempos en los que los equipos de fútbol casi se odiaban. El ejemplo más acabado de ese casi odio lo representaban el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona. Al parecer esa vieja rivalidad se fraguó durante la Copa del Generalísimo de 1943. En la ida, en su casa, el Barcelona ganó al Real Madrid por tres goles a cero. En la vuelta, el Madrid se desquitó y venció al Barça por once a uno. En el campo del Real Madrid, la derrota barcelonista estuvo acompañada de agresiones físicas a jugadores catalanes y a técnicos y a acompañantes. El fichaje de Di Stéfano por ambos clubes aumentó la ira de unos contra otros. Y ya en nuestros tiempos, recuerden la etapa de Mourinho y de Guardiola. Las disputas y las afrentas eran moneda corriente cuando se enfrentaban ambos clubes.

Entre pillos anda el juego

Tomo prestado el título de la película de los años ochenta Entre pillos anda el juego, protagonizada por Eddie Murphy y Dan Aycroid.

Pasaron las elecciones catalanas. Tal y como se preveía el resultado ha dejado la gobernabilidad de Cataluña en manos de no se sabe quién. Los analistas políticos andan como locos estableciendo pronósticos que en la mayoría de las ocasiones no responden a la realidad de los resultados sino al deseo de cada cual.

Con ellos, pero no como ellos

Charles-Louis de Secondat, Barón de Montesquieu, fue considerado uno de los ideólogos fundamentales de la Ilustración. Su pensamiento se enmarca dentro del espíritu crítico de la Ilustración francesa, sobresaliendo rasgos como la tolerancia religiosa, la aspiración de libertad y su concepto de la felicidad en el sentido cívico. Sin embargo patina cuando se refiere al mundo que se encuadra fuera de la cultura europea: “Es imposible que Dios haya puesto un alma en el cuerpo de un negro. Es imposible que esa gente sea humana.” (Montesquieu. El Espíritu de las Leyes).

Traicionar a los jueces

Hay en la Justicia cómplices dispuestos a hacer el trabajo sucio para los partidos políticos

El nuevo magistrado del Tribunal Constitucional Juan Carlos Campo, jura o promete su cargo ante el rey Felipe VI / EFE, Ballesteros

Los partidos no podrían politizar la Justicia si no contaran con cómplices dispuestos a hacer el trabajo sucio y a traicionar a sus compañeros de profesión. Ningún partido podría decir el nombre del presidente del CGPJ y del TS si no hubiera magistrados que estuvieran dispuestos a seguir las instrucciones de quienes han propuesto o van a proponer sus nombres. Cualquiera puede suponer -y supondrá acertando- que al magistrado al que se dirija el PP o el PSOE proponiéndole una vocalía del Consejo, le estará también exigiendo que vote para presidente, no a quien considere el mejor, sino al que hayan pactado los dos partidos. Si ya se sabe quién presidirá es porque se conoce que los vocales aceptarán que, a cambio de su nombramiento, perderán su independencia y acudirán como borregos a votar lo que les digan.

Escaquearse

Son PSOE y PP los partidos que garantizan la centralidad del Estado y ellos no pueden seguir agachándose para, con la excusa del cordón del zapato, escaquearse del llamamiento Real

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. EFE

Cuando hice el servicio militar, allá por 1975, existían varias clases de reclutas. Los había que se ofrecían para hacer cualquier cosa que demandara la brigada de la compañía; eran los llamados voluntarios. No lo hacían por peloteo; sencillamente les gustaba la aventura de lo desconocido y el riesgo. Algún falso voluntario se ofrecía con la esperanza de que su espíritu aparentemente decidido le librara de alguna guardia o le sirviera como aval para obtener un par de días de permiso.

Scroll al inicio