Produce sonrojo comprobar que cada día existe menos diferencia entre el periodismo profesional y el periodismo ciudadano. La aparición de las nuevas tecnologías ha propiciado un tipo de periodismo (ciudadano) en el que cualquiera con un Smartphone a su alcance puede ejercer un tipo de periodismo que no trata de aproximarse lo más que pueda a la objetividad sino a la inmediatez.
Baldoví, cabeza de lista por Compromís a las elecciones autonómicas de la Comunidad Valenciana, declaró el pasado martes 13 al programa de la Cuatro, Todo es mentira, el martes, que el posible acuerdo entre PP y Vox en su comunidad -ya confirmado- estaba hecho en ese momento. Baldoví no encontró mejor expresión que decir que lo que están haciendo es el paripé “Para repartirse el pastel”. El pastel debe ser el Gobierno de esa comunidad. Si se iban a repartir el pastel entre dos formaciones políticas, significa que si no se lo repartían ellos, el pastel seguiría ahí.
Llamada anónima al cuartel de la Guardia Civil de un pueblo guipuzcuano: «Coche abandonado por dos individuos enmascarados junto a una torre de alta tensión en el monte Carríaza. Han dejado un paquete dentro del vehículo que puede ser una bomba». Simultáneamente, un medio de comunicación ha recibido el mismo aviso; el director del medio ha llamado a su corresponsal en la zona para que fuera a ver de qué se trataba. Cuando el periodista llega a la torre de Iberdrola se encuentra con un espectáculo horrible. Un guardia civil está dentro del coche totalmente destrozado por los impactos de una bomba pegada debajo del asiento del conductor. El otro guardia ha salido despedido y se encuentra a un par de metros de distancia del coche explosionado; le falta una pierna y sangra abundantemente por la otra.
El pasado 29 de septiembre se publicó en un periódico digital una crónica que firmaba una periodista del corazón, haciéndose eco de una información que escribía otra periodista en su blog de la revista Lecturas, que, a su vez, se hacía eco de lo que, al parecer le relató una persona que estuvo presente en la recepción que ofreció el rey británico, Carlos III, el pasado día 18 del mismo mes, en el Palacio de Buckingham a los invitados al funeral por la difunta Reina Isabel II.
No sé a qué facultad o escuela de periodismo habrán ido las citadas más arriba. Una no tiene inconveniente en contar lo que cuenta otra, que a su vez cuenta lo que le contó otro, un invitado que, según dice una de ellas, al parecer estuvo allí. Vamos, lo contrario de lo más elemental en periodismo. Alguien no tiene inconveniente en difamar a otra persona con el solo argumento de lo que cuenta una tercera a la que le contó algo un cuarto. Un cuarto al que nadie conoce por lo que los lectores tenemos todo el derecho a dudar de la veracidad de lo cotilleado. Como no sabemos quién es el testigo, no podemos saber si estuvo o no estuvo en la recepción.
En mi anterior artículo contaba las difíciles situaciones en las que se verán interrogados los futuros periodistas sobre qué hacer si se encuentran con hechos como los descritos y que pueden vivir en cualquier momento. Para situar a los que no leyeron la parte primera, describo una de esas circunstancias: Un Vicepresidente de un Gobierno de una comunidad autónoma explica a los componentes de su grupo parlamentario las razones por las que él cree que estratégicamente sería mejor prorrogar los Presupuestos de la comunidad que intentar aprobar unos nuevos, sabiendo que el Gobierno no tiene mayoría suficiente para aprobarlos. Alguien del grupo graba subrepticiamente esa intervención y se la pasa a un medio de comunicación