«Los actuales dirigentes de las formaciones que apoyan la Constitución española tienen que decirnos ya al resto de los españoles cuál va ser el papel por el que quieren pasar a la historia»
¿Qué es un relator? ¿Quién es el relator? No me interesa tanto saber quiénes son ellos como saber quiénes somos nosotros. Y en ese nosotros incluyo a los partidos constitucionalistas, tanto los que votamos la Constitución (PSOE) como los que se abstuvieron (PP) o no la votaron porque no existían como partido en 1978 (Cs). Y ese nosotros enfrenta un conflicto que promete acabar con la Constitución y, por tanto, con la democracia, salvo que seamos capaces de ganarles desde la legalidad constitucional y desde la lealtad democrática. Ese conflicto no es otro que el proceso secesionista que si no fuera por la tragedia que está generando en Cataluña podríamos equipararlo al proceso de Kafka por la cantidad de dislates que lo acompañan.
El PP tuvo que hacer frente a la secesión mientras duró su mandato al frente del Gobierno de España. Independientemente de las valoraciones que se puedan hacer sobre la manera en que el gobierno popular se enfrentó a los independentistas, lo cierto y verdad es que fracasó en su intento de pararlos en seco. Cs ganó las últimas elecciones autonómicas catalanas, pero no lo parece en tanto en cuanto nada ni nadie ha puesto en valor ese triunfo sobre el independentismo totalitario. Hoy nos encontramos con otro intento, en esta ocasión protagonizado por el PSOE, que se niega a entregar la partida a pesar del jaque que los independentistas han dado al Gobierno con sus respectivas enmiendas a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado.
No se puede ignorar que existen casi dos millones de ciudadanos catalanes profunda y radicalmente fanatizados ideológicamente y movilizados tras consignas políticas de una simpleza absoluta. «España nos roba; cuando Cataluña sea independiente el nivel de vida en esa nueva Cataluña será equiparable a las Naciones más desarrolladas del mundo». Este es el colofón económico que cierra el bucle de todos los otros mensajes ideológicos, y que es fácil de comprar si hay una ciudadanía lo suficientemente ignorante para creerse tal falsedad material. Y esta falsa verdad pesa como una losa en la mentalidad de aquellos ciudadanos de Cataluña que han hecho suyo este discurso fácil pero falso y que se han apuntado a la independencia.
Este es el grave problema contra el que combatimos: o se les vence y anula hasta convertirlos en residuales e insignificantes políticamente, o si se es condescendiente con sus planteamientos ideológicos y sus demandas políticas antidemocráticas, entonces la Cataluña democrática y basada en la legalidad constitucional dejará de existir en esa tierra.
Si PP no pudo y Ciudadanos no lo intentó, la única baza que nos queda a los constitucionalistas es la de apoyar los Presupuestos Generales, eliminando así y de un plumazo el jaque al gobierno y la dependencia de unos acompañantes de tan mala catadura. En el supuesto de que el Gobierno de España tuviera alguna tentación de seguir intentando lo que se está demostrando como imposible, el voto de los constitucionalistas concedería toda la razón a quienes desde dentro y desde fuera del PSOE mantenemos posiciones totalmente alejadas del aventurerismo infantil, y eliminaría cualquier intento de alimentar a quienes piensan que el Gobierno, tarde o temprano cederá a la presión y al chantaje. El Bloque Constitucionalista, que ha mantenido sociológica y electoralmente su fortaleza y su importancia cuantitativa a lo largo de casi todo el periodo estatutario, es de una importancia tal que resulta un desvarío no utilizarlo en beneficio del éxito de la razón frente a la locura separatista.
Unos presupuestos aprobados y la negociación de una fecha para celebrar elecciones generales concederían una enorme ventaja a quienes defendemos la integridad territorial de España y la vigencia de la Constitución española.
Salir en manifestación para defenestrar al Gobierno es legítimo pero inútil para el objetivo de ganar a los independentistas. Pueden ganar al PSOE, pero de qué les servirá para el objetivo de ganar la paz y la estabilidad en Cataluña. Pueden contribuir con sus manifestaciones a separarse más del único partido que votó y elaboró la Constitución, pero eso no ayudará en nada al compromiso de articular una salida que puede dar estabilidad y capacidad para desarrollar y reactivar una política social y económica capaz de iniciar la regeneración de la vida democrática y de la legalidad Constitucional en Cataluña, y que debería pasar por formar una alianza de Gobierno de Cs-PSC-PP, en la fórmula parlamentaria y política que se quiera, pero sobre la base de un programa amplio pactado por dichas fuerzas políticas de cara a las próximas elecciones en Cataluña. Para eso hace falta un PSC heredero del PSC-PSOE y alejado del nacionalismo y un PP heredero de Adolfo Suárez y alejado de la extinta AP.
Fortaleza a nivel estatal y desafío electoral en el terreno catalán con el firme propósito de ganar las elecciones en Cataluña, constituiría un revulsivo que podría desinflar el afán independentista al estilo de lo que ocurrió en el País Vasco cuando el Gobierno del PSOE con el apoyo del PP demostró que había otra forma de ser vasco y de gobernar con el Estatuto y la Constitución.
Creerse que se tiene toda la razón y que solos y cada uno por su cuenta y riesgo va a ser capaz de hacer algo diferente a lo que hay ahora mismo es una temeridad. Los actuales dirigentes de las formaciones que apoyan la Constitución española tienen que decirnos ya al resto de los españoles que cuál va ser el papel por el que quieren pasar a la historia. ¿Cuál será su contribución a este país? O, tal vez, ¿cuál será su papel en la tragedia? iDíganlo y actúen en consecuencia!
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