Antes de la muerte de Franco y durante la transición española, la dedicación a la actividad política constituía en la mayoría de los casos un ejemplo de dignidad, valentía y altura de miras. En la mayor parte de los casos, el compromiso acompañaba a quienes se dedicaron a esa actividad. La cosa ha ido enredándose de tal manera que ahora esa dedicación -absolutamente necesaria para que la democracia exista- es sospechosa. Lejos de dar brillo, lo que hace es empañar la imagen. Antes, la familia aconsejaba no dedicarse a la política porque resultaba una actividad peligrosa para quienes habían vivido en sus carnes el fracaso de la II República y el terror de la dictadura. Ahora, las familias vuelven a aconsejar la no dedicación porque aparece como una actividad vergonzosa a los ojos de muchos ciudadanos.
Hace unos años, en un debate televisado, organizado por un prestigioso medio de comunicación entre los candidatos a presidente del Gobierno, el conductor del debate preguntó como última e importantísima cuestión por el sueldo que pensaban ganar los que aspiraban a llegar a la Presidencia del Gobierno. Llegó el tío Paco con las rebajas. Ninguno de ellos fue capaz de decir que ganarían bastante menos que el director del medio que organizó el debate. Muchísimo menos.
«Quien no tiene en su código de conducta quedarse con dinero ajeno, no lo hará nunca por mucho tiempo que permanezca en una responsabilidad. Y viceversa»
Así que a nadie debería extrañarle el hecho de que profesionales prestigiosos que tuvieron inclinaciones sociales o políticas y que podrían contribuir a mejorar la calidad de la democracia y el brillo de las instituciones hayan preferido seguir con su fama al margen de la política, porque si se comprometieran con ella les ocurrirá lo siguiente: nada más entrar perderían la condición de ciudadanos respetables para pasar a la condición de individuos sospechosos. Saldrían de la política institucional a los cuatro años si lo hacen mal y a los ocho si lo hacen bien (ya saben, lo de la limitación de mandatos). Nunca entenderé las razones que animan a los defensores de esa propuesta. Confunden la educación con el tiempo. Quien no tiene en su código de conducta quedarse con dinero ajeno, no lo hará nunca por mucho tiempo que permanezca en una responsabilidad. Y viceversa, quien esté dispuesto a robar no tiene que esperar a la tercera legislatura para quedarse con lo ajeno.
Como les exigirán dedicación exclusiva, no podrán seguir trabajando en sus especialidades por lo que les resultará casi imposible volver a la cirugía, o a la abogacía, o a la ingeniería o a tantas profesiones que no permiten ausencias prolongadas salvo que se esté dispuesto a perder el sitio ganado profesionalmente. La dedicación exclusiva les hará sospechosos y les obligará a enseñar los bolsillos cada mañana y a que los enseñen los cónyuges, los hijos, los suegros y los tíos lejanos.
Y esa sospecha le acompañará toda la vida. Una absurda ley del gobierno Zapatero, (Ley 10/2010 de 28 de abril) exige a los bancos que demuestren de dónde procede el dinero que tiene en su banco el político en activo y el que lo estuvo, y los familiares del que está activo o del retirado, que identifiquen a sus clientes y clasificarlos en función de su nivel de riesgo de blanqueo en bajo, medio o alto. La documentación que debe estar actualizada es la siguiente: IRPF, vida laboral, nómina o contrato de trabajo (en caso de asalariados), recibo de autónomos, IVA en caso de realizarse, estudiantes, deberán aportar certificado del centro de estudios dónde cursen su enseñanza o en su caso la matrícula, personas sin actividad y que no hagan declaración de la Renta o no puedan presentar otros documentos, acreditación de la procedencia de los ingresos, (concesión de ayudas, ingreso mínimo vital, herencias…).
A nadie le debe gustar figurar entre los sospechosos de blanqueo de capitales o de financiación del terrorismo. A ver cómo le explica el político en activo o el retirado a sus hijos o a sus hermanos (a los que se le piden también esos datos por ser familiares de políticos) que tú no tienes nada que ver con esas figuras delictivas, que ni siquiera has viajado nunca a Venezuela o no conoces a Maduro ni a nadie de su entorno y que no te has reunido con ningún enviado de Putin. Y a ver cómo se conjuga la protección de datos con el envío a tu asistente personal en el banco que a su vez lo pasará a instancias superiores sin saber dónde y en qué manos acaba esa información confidencial.
No me extraña que la política se haya convertido en una máquina de repeler profesionales de alto nivel.
Leer «Desprecio a la política» en Diario de Sevilla