Desvergüenza (elconfindencial.com)

Nunca tuve nada que ver con el Ministerio de Interior, ni cuando gobernaron los socialistas ni cuando lo hizo el PP. Nunca conocí al general Galindo mientras estuvo en las responsabilidades policiales en la lucha contra el terrorismo de ETA. A Galindo lo conocí personalmente hace dos años, en un viaje privado que hice a Aragón, donde casualmente pude saludarle porque allí es donde tiene fijada su humilde residencia. Nunca había coincidido con Rafael Vera mientras fue alto cargo en el Ministerio de Interior. A Vera le saludé personalmente por primera vez cuando fui a visitarle a la cárcel de Guadalajara, donde le condujo la Justicia después de un largo proceso judicial que ahora no voy a entrar a valorar.

Si me puse del lado de esos dos servidores públicos es porque creí en su inocencia y porque me indignó que España tratara tan mal a quienes se habían dejado la piel confrontando con un terrorismo inclemente que hoy, afortunadamente, parece haber pasado a mejor vida. Podía haber tomado otro camino; nada me obligaba a manifestarles mi apoyo y comprensión, salvo la decencia ética y personal.

Unos luchando contra ETA y otros haciendo ruedas de prensa o hablando en el Congreso

A Vera lo condenaron por enriquecerse con los fondos reservados que el Ministerio del Interior dispone para operaciones reservadas. Quienes hemos tenido la oportunidad de conocerle después de todo su itinerario judicial y carcelario, sabemos que la vida que lleva no es precisamente la de quien se enriqueció robando al erario público. Hace un par de semanas tuve la oportunidad de verle en un programa de televisión, en una cadena de Intereconomía, hablando del uso que hizo de algunos fondos reservados y pensé que el escándalo estaba servido. Sorprendentemente, nadie se ha hecho eco de lo que dijo, salvo el que fue presidente de la Audiencia Nacional, Rafael Mendizábal, que a la semana siguiente fue al mismo programa a ratificar las palabras que Vera pronunció siete días antes.

Algo parecido a lo que Vera dijo en Intereconomía se encuentra escrito en el libro que acaba de publicar Alfonso Guerra. Uno de los aludidos en ambos casos, Baltasar Garzón, replicó a Guerra negando las acusaciones pero, inexplicablemente, no hizo lo mismo con Vera, que dio pelos y señales de a quiénes iban dirigidos los sobres con sobresueldos que él entregaba mensualmente y por lo que fue condenado a pena de cárcel.

Y salió la palabra: sobresueldos. Cuando en estos meses se habla tanto de Luis Bárcenas, del caso Gürtel, de la financiación irregular del PP y de los sobresueldos que cobraban determinados dirigentes del PP, no he podido evitar relacionar una situación con otra. Quien con más inquina se tiró a la yugular de Vera, Barrionuevo o Corcuera con el asunto de los sobresueldos del Ministerio del Interior, fue el PP que no cejó ni un instante en acusar a esas personas y a otros más de enriquecimiento a base de recibir sobres con dinero destinado a otros menesteres.

Si me puse del lado de esos dos servidores públicos es porque creí en su inocencia y porque me indignó que España tratara tan mal a quienes se habían dejado la piel confrontando con un terrorismo inclemente

Carlos Floriano, el tercer hombre de la cúpula dirigente del PP, ya aclaró hace unas semanas que en el PP no se cobran sobresueldos sino sueldos, que complementan lo que reciben diputados y senadores que, además, son dirigentes de ese partido. En el caso de Alicia Sánchez-Camacho, presidenta del PP de Cataluña, se nos dijo que ese dinero extra en forma de sobresueldo era para compensar el trabajo de la dirigente popular que, además, es senadora y diputada autonómica. La señora Camacho se despachó diciendo que ella cobraba lo que le correspondía y en la misma medida que lo hacían otros dirigentes de su partido.

Después de lo dicho y lo sabido, pongan ustedes en relación unos y otros sobresueldos, unos y otros sobres y saquen sus conclusiones. Yo adelanto que hay que tener una enorme desvergüenza para acusar a altos cargos del Ministerio del Interior por la utilización de sobresueldos para fines de lucha antiterrorista cuando los autores de la denuncia estaban haciendo lo mismo pero en condiciones y circunstancias radicalmente distintas. Unos luchando contra ETA y otros haciendo ruedas de prensa o hablando en el Congreso. A Vera y a Galindo se les destrozó la vida con acusaciones y condenas de las que no pudieron defenderse por un sentido de Estado que sólo ellos fueron capaces de administrar. No tiene ni la menor comparación que Galindo, después de haber detenido a más de cien comandos de ETA, se le desposeyera de su condición de general de la Guardia Civil mientras que no se les desposee de su condición de dirigentes políticos a quienes, presuntamente, trincaron sobres procedentes de la mentira y del cohecho.

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