Ibarra habla de frente: «Creo que Susana puede ser el valor (del partido) si no quiere coger el tren en noviembre. Ahora, si quiere cogerlo desplazando a Pedro Sánchez, entonces aconsejaría a Eduardo Madina: ‘vuelve a intentarlo’»
Encontró el freno de mano y paró en seco tras un infarto de miocardio que le demostró que la vida se va en un segundo y que en política ya llevaba 30 años. Lo suyo fue estar desde el principio, como diputado en las Cortes Constituyentes de 1977, y creciendo junto a los extremeños, en un camino que se prolongó durante 24 años, creando el sentimiento de toda una autonomía. «Todavía me llaman presidente y me piden que vuelva». La apariencia serena de Juan Carlos Rodríguez Ibarra no está reñida con decir las verdades como puños, de frente, criticando a su partido y a extraños, añorando a sus dos grandes referencias, Alfonso Guerra y Felipe González. Aprendió desde pequeño en el barrio rojo de Mérida, en una casa que siempre ha sido de izquierdas, y conociendo el valor del tiempo, la palabra y los pactos. «¿Por qué no somos capaces de sentarnos de nuevo para ver que tenemos que hacer para vivir otros cuarenta años juntos?».
–Militó en un grupo reducido denominado Asociación de Maestros Marxistas Leninistas Revolucionarios…
–En aquella época, en la Universidad había muchísimos grupos, todos girando alrededor del PCE. Un día invitamos a Guerra, que era socialdemócrata, a un debate sobre el marxismo en un piso de un estudiante, y nos dio un baño… Pensé, este tío es el que me gusta a mí, y empezamos a trabajar juntos.
–Conseguía los libros en la trastienda de la pequeña librería de Guerra en Sevilla, próxima a la Facultad de Filosofía y Letras.
–Alfonso Guerra era Dios en Sevilla. Ibas a la librería y estaba vendiendo libros; al cine club, dirigiendo el coloquio; al teatro, detrás de la compañía; a la Universidad, estaba de alumno; ibas a una manifestación, y allí también estaba… Las primeras 700 pesetas que gané, fue gracias a él, haciendo entrevistas sobre la mujer andaluza para revistas norteamericanas. Dinero que luego me gastaba en su librería.
–Cuando Alfonso Guerra os propone que «tenéis que haceros cargo de las responsabilidades de las autonomías», pensó que era un castigo. Y duró, ni más, ni menos, 24 años…
–Porque hay que reconocer, que las autonomías eran entonces el País Vasco y Cataluña. No pensé ni ser diputado, menos ser presidente de la Comunidad Autónoma. Le dije: «Si yo no sé qué es esto de las Autonomías». Porque en Extremadura nunca hubo esa inquietud, bastante había con comer y que la gente no se fuera….
–Ahora se aboga por un Estado más centralizado, y que no se dupliquen tantas competencias.
–El centralismo en Extremadura era la ruina. Nos íbamos desangrando, aquí no quedaba ni el apuntador. Si no hubiera habido autonomía, no existiría Extremadura. Creo que las competencias están duplicadas en el gobierno central. Veo el Ministerio de Sanidad, todos los despachos llenos, y me pregunto: ¿Qué hace toda esa gente ahí si las competencias están transferidas?
–¿Cómo vivió la dimisión de Guerra en Cáceres?
–Fatal. Sin enterarme. Teníamos Congreso regional del PSOE, y nada más llegar me cuenta: «He tenido esta mañana una conversación con Felipe y he presentado mi dimisión. Lo voy a anunciar aquí». Le conteste: «Alfonso, mañana me dan una niña en adopción, y sólo estoy pensando en mi hija. Si hubieras venido ayer, también me hubiera ido contigo». Había muchos que pensaron que dándole la espalda, tendrían el afecto de Felipe González. Jamás se la di.
–Y unos meses después, en noviembre de 1991, Felipe González se reunió durante el fin de semana con usted en el parque de Monfragüe.
–Estaba en la Ejecutiva Federal y según sus miembros, fue el intento de Felipe para camelarme. Así que mientras estábamos pescando, que nos tirábamos horas los dos solos, le solté: «Felipe, yo voy a seguir siendo amigo de Alfonso, porque la gente de aquí ha empezado a alinearse, y mis amigos son mis amigos». A lo que me replico: «Haz lo que te salga de los cojones… No te voy a pedir jamás que te vayas con uno, ni con otro».
–¿Perdió el PSOE al irse Alfonso Guerra del Gobierno?
–Si Alfonso y Felipe siguen juntos aún están gobernando. Eran dos tipos especiales, de una gran inteligencia política, un tándem. Dejaron de confiar en ellos, cuando se empezaron a pedir explicaciones.
–Decía en 1992: «Si Felipe se va, el que venga será mejor»
–Sabe lo que nos pasa en el PSOE, que no hemos sido capaces de arreglar todavía la sucesión de Felipe González. Ese es nuestro gran problema. Desde que se fue, hemos ido cojeando. Muchas veces pienso que en el PSOE pasa lo contrario que en la raza humana. Ésta mejora, pero el PSOE no hay manera…
–Tuvo muy mal estilo José Bono cuando en el parador de Trujillo le dice: «Si no cuento con tu apoyo para la secretaría general, la primera cabeza que cortaré será la tuya».
–Primero hay una reunión en el restaurante Currito, donde hay más de mil tíos, que deciden que el secretario general sea yo, y no quiero ni de broma. Marugán, Chaves, Corcuera, Benegas se van a ver a Guerra y éste vacila, y entonces se dan por vencidos. A Bono le pudo la soberbia y por eso perdió el Congreso. Gente de mi delegación votaron a Zapatero para que a mí no me cortará la cabeza.
–¿Usted también cree que Zapatero es el culpable de todos los males del PSOE?
–De bastantes males. Hizo un partido distinto, no me gustaba su funcionamiento, no había debate. Empezando por los comités federales, que se transmitían por televisión. Si está haciendo una reunión interna, será para contar lo bueno y lo malo, pero de lo malo nunca se habló.
–Curiosamente en 1995 ya retó al PP y a IU a que se unan y gobiernen en Extremadura…
–Monago está atado por Izquierda Unida. Ahora está el déficit en 2,6% y lo pudo cumplir el segundo año, como consecuencia de un impuesto bancario que aprobé con su voto en contra. Aznar y Montoro me pusieron un recurso. Me llamaron «el último Fidel Castro de Europa» por aplicar un impuesto a los ricos. Diez años después, el Tribunal Constitucional me dio la razón, e ingresaron 380 millones de euros.
–¿Usted como presidente de Extremadura ha viajado mucho a Canarias?
–Una vez fui solo porque fui a una reunión de todos los presidentes autonómicos, y un par de veces de vacaciones, pero he ido con mi mujer.
–Era muy beligerante y sus discursos se movían entre la demagogia y el populismo. Extremadura no existía en el mapa y había que hacerle un hueco.
–No podía ser un tipo blando, no estaba para calentar el sillón, me lo jugaba constantemente. Recuerdo que Zapatero en un discurso en Mérida prometió que el Consejo de Ministros iba a salir de Madrid por primera vez. «El 28 de julio estamos ahí». Llega el 26 y no hay aviso. A las doce de la noche me dicen que no vienen. Llamo a María Teresa Fernández de la Vega y le señalo: «No te preocupes, el día 29 vete buscando a otro presidente». Me contesta: «Siempre estas amenazando con dimitir y nunca dimites». Y me la jugué: «Muy fácil, no vengáis y el día 29 me llamas. Si estoy en el despacho me has cogido de farol y si no, he dimitido». El día 28 estaba el Consejo de Ministros aquí.
–La palabra es sagrada…
–Siempre. Pasa igual con la corrupción. Cuando nombro a un consejero le digo: «Si tú, o alguien de tu departamento se corrompe. Haré una rueda de prensa y lo contaré». Lo ceso por corrupto. No voy a dar la cara nunca en ese tema. El camino lo marcas tú.
–¿Y por qué no ha pasado igual en el PSOE?
–Ahora todo el mundo dice que no había contabilidad B, en el PSOE fue para el partido, no para los que cobraban. Lo que es seguro es que Guillermo Galeote y compañía no se quedaron con un duro. He ayudado a Galeote a comer y al general Galindo, a que no le embargarán la única casa que tenía en Madrid, porque le abandonaron todos. El que me ha dado un mazazo ha sido Villa de UGT de Asturias. Un tipo duro, decente, y que de repente tenga un lío con un millón y medio de euros, ha sido de despertarme sobresaltado a medianoche.
–¿Cuánto daño hace a los partidos políticos las reuniones secretas?
–A mí no me preocupa que Zapatero se reúna con Pablo Iglesias, entra más dentro del esnobismo. Me inquieta más la falta de personalidad. Pedro Sánchez es la consecuencia del deseo de la presidenta de Andalucía y de una serie de barones que siguen sus dictados. Habría que recordarle: «Usted es la culpable de que Pedro esté ahí». No pueden descubrir ahora que no vale, porque no me lo creo, tan torpes no van a ser.
–¿Cree que es una buena medida adelantar las elecciones andaluzas?
–Lo de Susana es un fenómeno que hay que tener en cuenta. Es la sustituta de un presidente que con su partido no ganó las elecciones, sin embargo es la reina del mambo y va marcando camino. Ha decidido en la carrera de rallye de este año electoral ir delante, para que no le salpique el barro. Si gana será un valor importantísimo para el PSOE, si pierde nos habrá metido en la ruina.
–¿Es Susana Díaz la esperanza del PSOE?
–Creo que Susana puede ser el valor si no quiere coger el tren en noviembre. Tiene juventud para esperar el tiempo necesario para consolidarse como una gran líder en Andalucía. Ahora, si quiere cogerlo desplazando a Pedro Sánchez, entonces aconsejaría a Eduardo Madina: «vuelve a intentarlo».
–Razona que «cuando los españoles tienen el agua al cuello, eligen a la izquierda», ¿qué ocurrirá entonces con el PSOE en las próximas generales?
–A mí lo que me inquieta es quién va a gobernar España en noviembre, que un partido tenga el 30%, otro el 28% y otro el 25%. Ninguno podrá gobernar y cualquier pacto mata al PSOE. Si gobierna con Podemos irá a la ruina. Y si es con el PP, va a tener muchas complicaciones de credibilidad. No me da miedo Podemos, si hace todo lo que dice: subir las pensiones, dar trabajo a los jóvenes, un sueldo al que no tenga. Me da miedo la inestabilidad.