El 1 de febrero del año 2005, el lehendakari, Juan José Ibarretxe, aseguró que acudía al Congreso «con la mano tendida para abrir un proceso negociador» frente al que «no se puede trasladar un no por respuesta sin admitir negociación» previa, y expresó su convicción de que «existe un camino para el encuentro: el derecho a decidir y la obligación de pactar». También habló de que el referéndum pudiera tener «validez jurídica» tras un pacto. En su réplica, añadió: «Si el Congreso da un portazo trasladaré la palabra al pueblo». «¿A qué tienen miedo para iniciar un proceso negociador?», se preguntaba.
El 28 de septiembre pasado, Artur Mas decía: «Hemos estado abiertos al diálogo en todo momento. Lo que no podemos es caer en la trampa del inmovilismo, en no hacer nada». Además, pedía que la norma fuera respetada: «Firmo este decreto para que los catalanes y catalanas puedan opinar sobre su futuro. Es una ley constitucional y pedimos que sea respetada«, declaraba. «A nadie puede asustarle que alguien exprese su opinión en una urna», afirmaba.
Pareciera que la posición de Ibarretxe era más suave que la de Mas. Este pretende la independencia; el primero sólo quería la confederación
Entre una y otra declaración han pasado algo más de nueve años. Uno y otro presidente utilizaban como argumento fundamental para llevar adelante su propuesta el abrir vías de diálogo, sin que ni uno ni otro consiguiera aclarar ante la opinión pública sobre qué bases pretendía establecer ese diálogo. No hubo diferencias entre ellos en el método, aunque sí en los objetivos. Mientras el lehendakari pretendía que se aprobara un texto estatutario que posibilitara el reconocimiento de un nuevo Estado confederado con lo que quedaba de España, el Molt Honorable President lo que pretende es que los catalanes se pronuncien unilateralmente sobre la constitución de un nuevo Estado catalán, independiente de lo que quede de España. Pareciera que la posición de Ibarretxe era más suave que la de Mas. Este pretende la independencia; el primero sólo quería la confederación.
En uno y otro caso, la posición de los partidos constitucionalistas ha sido parecida, fundamentalmente la mantenida por PP y por PSOE. Entre los partidos más minoritarios, ha habido de todo, pero no es eso lo que me llama la atención de lo que pasó con Ibarretxe y de lo que pasa con Mas.
Muchos nos preguntamos sobre qué debería dialogar el Gobierno con quien ha lanzado un órdago secesionista envuelto en papel de celofán
No recuerdo que la opinión publicada recomendara constantemente que el gobierno de entonces tuviera que abandonar su posición de rechazo al Plan Ibarretxe para negociar políticamente con el lehendakari no se sabe muy bien qué. Un texto que otorgaba a una parte de los ciudadanos la capacidad de decidir por el conjunto de los españoles era un texto que sólo podía ser rechazadoen cualquier instancia donde se presentara. Se votó en el Congreso de los Diputados y se acabó la película.
Por el contrario, la propuesta de Artur Mas, que no tuvo el coraje de acudir al Congreso, cuenta con cantidad de opiniones que, oponiéndose a las pretensiones del derecho a decidir de los catalanes sobre la independencia o no de Cataluña, apremian constantemente con recriminaciones al Gobierno de España por no hacer algo más que oponerse con los instrumentos legales a su alcance a dicha pretensión. “El Gobierno tendría que dialogar con la Generalitat” es una de las frases más repetidas en columnas periodísticas y en artículos de opinión, cosa que no se decía con tanta insistencia ante la propuesta de Ibarretxe. Muchos nos preguntamos sobre qué debería dialogar el Gobierno con quien ha lanzado un órdago secesionista envuelto en papel de celofán sobre el derecho a decidir. Todavía estamos esperando una respuesta que signifique algo más que los tópicos de siempre.
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