¿Hartos de democracia?

¿Hartos de democracia? - Fernando Villar / EFE
¿Hartos de democracia? – Fernando Villar / EFE

Se hartaron de democracia. Amenazan con no votar. Franco murió hace 44 años y no saben dónde enterrarlo porque algunos creen que sigue vivo. Berta, la protagonista de la excelente novela de Javier Marías, reflexionaba con rencor sobre la estupidez de quienes se vanagloriaban con las hazañas de la dictadura argentina en Las Malvinas: «El pueblo, que a menudo es vil y cobarde e insensato, nunca se atreven los políticos a criticarlo (…). Es solo que se ha erigido en intocable y hace las veces de los antiguos monarcas despóticos y absolutistas. Como ellos, posee la prerrogativa de la veleidad impune, no responde de lo que vota ni de a quién elige, de lo que apoya, de lo que calla y otorga o impone y aclama».

Nadie está dispuesto a decirle al amado pueblo quela democracia no compete solo a los políticos

Aquí en España esa frase jamás podrá ser pronunciada por políticos o comentaristas que deseen seguir jaleando a quienes amenazan con no votar en las siguientes elecciones. Nadie está dispuesto a decirle al amado pueblo que la democracia no es cosa que solo compete a los políticos. Ni que son los políticos los que tienen que convencer al pueblo para que vote cada vez que sea convocado a las urnas. Si no se vota, se acaba con la democracia. Y si no hay democracia, hay dictadura. La democracia es el sistema político que hace recaer la soberanía en los ciudadanos y no en el rey por la gracia de dios. En las dictaduras, la responsabilidad de lo que ocurre en el país recae en el dictador y en los secuaces que le acompañan, animan y vitorean; el pueblo no decide. Por el contrario, todo lo que se decida por la soberanía popular es responsabilidad de los ciudadanos. Que cada cual decida como mejor crea, pero que no vayan por las calles amenazando con no votar. Ellos sabrán. Algunos sabemos la diferencia entre democracia, donde se vota, y dictadura si prefieren la dictadura, donde está prohibido votar.

La democracia es un juego, con reglas constitutivas y reglas estratégicas. Las primeras son intocables aunque, a veces, da la sensación de que se cambian hasta el punto de que se puede sospechar de que la democracia, en España, se está pareciendo a una especie de teletienda. Ver un debate en el parlamento es como ver la teletienda por la noche. Insustancial. Soluciones para todo a precios de oferta. Debates de andar por casa, sosos, groseros, faltones, como en la telebasura. Los discursos maquillados para contentar a todos se parecen, cada vez más, a las malas series o a las películas que ponen en televisión los domingos, a la hora de la siesta, para todos los públicos. Se predica la política del buenismo al estilo de la serie de Ana y los siete.

Por eso, no es extraño que oigamos decir a algún político de la nueva ola que «la gente está de nosotros hasta los bemoles». Si es sincero, ¿por qué no sigue la frase? y dice: «Y por eso, ¡¡dimito!!».

A lo largo de estos últimos años se ha escrito mucho sobre los cambios estratégicos que deberían producirse en nuestra democracia para que fuera un sistema más creíble y aceptado por los ciudadanos. ¿Quién no ha dicho u oído en estos últimos años que hay que profundizar en la democracia, que hay que cambiar nuestro sistema electoral, que hay que acercar el poder al pueblo, que la ciudadanía debe tener más y mejores cauces de participación en la cosa pública?

La democracia que tenemos es el resultado del pacto institucional de los años 70, que nos ha permitido llegar hasta aquí sin que los españoles hayamos vuelto a los enfrentamientos civiles de tiempos pasados. Es posible que ese pacto haya quedado obsoleto y que resulte necesario su revisión. Se trata de saber si se puede pasar de las frases hechas que no dicen nada al significado profundo de las mismas. ¿Cómo y de qué manera se cree que podríamos llegar a un nuevo enfoque del juego democrático? ¿Cómo se profundiza en la democracia? ¿Cómo acercar el poder el ciudadano y el ciudadano al poder? ¿Qué sistema electoral debería sustituir al que tenemos? ¿Qué ventajas e inconvenientes ofrecen las listas abiertas? ¿Cómo combatir la corrupción en la política? ¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes de las redes sociales? ¿Cómo articular un sistema democrático en una sociedad que ha dividido la realidad en dos: la realidad física y la realidad virtual? Desde la aparición de las nuevas tecnologías, la democracia necesita de la anomalía y la anomalía solo se encuentra saliendo de la zona de confort.

La democracia necesita de la anomalía y la anomalía solo se encuentra saliendo de la zona de confort

De esa zona es de la que debemos exigir que salgan quienes aspiran a representarnos y a gobernarnos. Y eso no se consigue quedándose en casa. Se logra exigiendo compromisos y renuncias a quienes no se muestren capaces de tejer con los hilos que proporcionen los electores el vestido que España necesita. Más que echar la culpa a los políticos, deberíamos exigirles que digan qué, cómo y con quién piensan articular una mayoría en el caso de que no la puedan conformar con sus propias marcas. Y, así, votaríamos con más certeza y con menos incertidumbre sobre la conformación de un gobierno estable.

Porque no me guste el cocinero no voy a renunciar a comer. Existen soluciones menos estúpidas que morir por inanición.

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