Seguramente los terroristas pondrán mucha atención y sacarán sus calculadoras para ver cuántos muertos necesita la ‘premier’ británica para eliminar libertades
Pasaron las elecciones al Parlamento británico, que se adelantaron, no por necesidades del país, sino por el afán ventajista del Gobierno conservador, que pensó que el adelanto significaría la puntilla para un partido laborista que daba la sensación de estar deshilachándose, y la ocasión de aumentar la mayoría parlamentaria de la que ya disponía la primera ministra británica, la señora May, por herencia del irresponsable Cameron. Para los que opinan que las campañas electorales son un invento que no sirve para nada, será necesario recordar que al anuncio de la convocatoria de elecciones la ventaja del partido conservador respecto al laborismo era de 20 puntos porcentuales, mientras que la votación final, tras la campaña electoral, se redujo esa diferencia a apenas 2 puntos porcentuales. El líder laborista, el señor Corbyn, ha conseguido lo que nadie esperaba; no sólo no se hundió definitivamente, sino que, siguiendo el efecto que el profesor Tierno Galán provocó en el electorado madrileño cuando se presentó a alcalde de la capital de España, ha conseguido arrancar de su abstención a buena parte del voto de la juventud británica y llenar sus ya veteranas alforjas de ese voto que, según decían los analistas, se encontraba desencantado.
En cualquier caso, recordando esos acontecimientos, y comparando a España con Gran Bretaña, me entran ganas de sentirme orgulloso de ser español. No lo hago, porque no hice nada para conseguirlo. Fueron mis padres los que decidieron que yo naciera en España. Si hubieran decidido que naciera en Siria, tal vez, en estos momentos, estaría muerto o huyendo, tratando de conseguir refugio en algún país, o ahogándome en el Mediterráneo. No me siento orgullosos de lo que no conseguí por mis méritos, pero si estoy es agradecido por haber nacido aquí, en España.
Hay días en que lamento ser español y hay ocasiones en las que agradezco ser poseedor de esa nacionalidad. Cuando escribo estas líneas, la gratitud se apodera de mis sentimientos. Leí y escuché las declaraciones que hizo la señora May en relación con los atentados que azotan a su país, en las que dijo que se proponía, caso de ganar las elecciones, cambiar la legislación sobre derechos humanos si fuera necesario para combatir el terrorismo. Casi cuarenta asesinatos terroristas en los tres últimos meses van a conseguir que un país democrático como Gran Bretaña restrinja sus libertades para poder ser más eficaz en la lucha antiterrorista. No sabemos cuántos derechos humanos se piensa dejar la señora May por el camino. Seguramente los terroristas pondrán mucha atención y sacarán sus calculadoras para ver cuántos muertos necesita la premier británica para eliminar libertades. Si los terroristas consiguen restringir los movimientos de los meros sospechosos de terrorismo matando a ocho personas, ¿a cuántos estarán dispuestos a matar para que la señora May vaya ajustando su catálogo de derechos humanos al gusto de quienes matan para imponer su ley y su incultura reaccionaria y fascista?
Hoy me acuerdo de los atentados de Atocha y de los ciento noventa y dos asesinados por el mismo terrorismo que mata en Londres, París o Manchester, y me siento dolido por el recuerdo de tanta crueldad, pero reconfortado por mi condición de español. Mataron a muchos en nuestro país, pero no fueron capaces de arrancarnos ni uno solo de los derechos que dan sentido a nuestra vida en libertad y en democracia. Nos hicieron llorar en esos días de marzo de 2004, pero no fueron capaces de ponernos de rodillas; y nuestros gobernantes y representantes políticos no cayeron en la cobardía en la que ha caído la señora primera ministra británica. Y por eso, hoy me siento bien como español, y por eso aborrezco que un pueblo tan civilizado, democrático y libre como el británico, que supo padecer lo indecible por contener y vencer al nazismo y al fascismo, vaya a volver a estar gobernado por alguien que, con tan poca entereza y dignidad, hace discursos como los que hizo la señora May, en plena campaña electoral, dispuesta a «vulnerar» lo derechos humanos para combatir el terrorismo. Si vulnerando derechos humanos se es más eficaz combatiendo el terrorismo, no cabe la menor duda de que los terroristas, a los que les repelen esos derechos, redoblarán los atentados y tratarán de matar más y más para que gente como la señora May reduzca más y más esos derechos. Si nos quitan la libertad, los terroristas habrán ganado esta guerra.
La señora May no consiguió sus objetivos: se quería fortalecer parlamentariamente para negociar el Brexit y, sin embargo, salió más debilitada. Lo lógico sería dimitir, pero no lo ha hecho; como si no hubiera pasado nada. Y en eso, no hay reproches que valgan desde España.
Leer «Hoy me siento bien siendo español» en El Diario de Sevilla