Inauguración con ensayo general

Coronación de la Presa de la Serena
La inauguración iba a ser el 24 de enero de 1990. Fue la única inauguración que ensayamos previamente. Tuve la oportunidad de asistir a muchísimos actos de inauguración o puesta de primera piedra de obras o actuaciones realizadas por la Junta de Extremadura o por otras instituciones y gobiernos, por la sencilla razón de que me tocó gobernar Extremadura cuando quedaba casi todo por hacer. Pero ninguno de los actos que hice antes y después de la inauguración de la presa de La Serena contó con un ensayo general con todo puesto.

El 24 de enero de 1990, autoridades de todo tipo y ciudadanos de la comarca de La Serena y de La Siberia nos dimos cita en los alrededores de la presa que iban a inaugurar los Reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía. Había varios alcaldes, la mayoría de los cuales habían aprobado la construcción de la presa más grande de España y la segunda de Europa. Digo la mayoría, porque algunos, como el de Peñalsordo, no estuvieron de acuerdo con esa imponente obra. Sus argumentos de oposición fueron rebatidos contundentemente por Confederación Hidrográfica del Guadiana.

El día no había amanecido mal, pero cuando llegamos a la presa, la niebla impedía verla a pesar de su enorme dimensión. Lo que prometía ser un día histórico para Extremadura, se fue difuminando a medida que pasaban los minutos sin que el ruido de las aspas del helicóptero real hiciera acto de presencia entre los finos y temerosos oídos de los encargados de protocolo de la Casa Real, del gobierno de España y de la Junta de Extremadura. “Salieron hace media hora de Madrid” nos contaban los que aparentaban estar más al tanto de las idas y venidas de los Reyes. Pasaban los minutos y no pasaba nada. Al poco tiempo, se acercó el jefe de protocolo de Zarzuela para comunicarnos que ya llegaba el helicóptero pero que, según le informaban los pilotos del mismo, no encontraban un hueco por el que atravesar la densa niebla sin poner en riesgo la integridad de los pasajeros. Oímos el ruido pero no veíamos el aparato. La cara de los presentes se iban enervando o entristeciendo según el lugar que ocuparían en la fila para saludar a los Reyes. “Definitivamente no pueden aterrizar en el sitio previsto y han puesto rumbo a Madrid” se nos comunicó oficialmente.  “No pasa nada. Este acto era tan importante que hemos querido que antes de la inauguración, hiciéramos un ensayo general” dije para relajar el ambiente ante la cara de estupor que pusieron algunos al escucharme.
Los Reyes de España durante la inauguración de la Presa de la Serena

Dirigiéndome al alcalde de Castuera, el amigo Juan Mari Vázquez, sabiendo que había traído una jaula con unas cuantas tortas de La Serena, le dije: “Alcalde, esas tortas iban a ser para el Rey. Puesto que él es el Jefe del Estado y yo represento al Estado en Extremadura, ordena que la jaula sea depositada en el coche de su representante en la región”. No pudimos inaugurar la presa pero SÍ pudimos paladear unas fantásticas tortas en un bar de la carretera de Castuera a Mérida.
Cuando los Reyes volvieron el 2 de febrero del mismo año para, aterrizando en Talavera  la Real, proceder a la inauguración de la presa, les dije que tuvimos que saborear unas tortas de La Serena, reservadas para Ellos,  porque no era seguro que aguantaran hasta que encontraran fecha para volver al sitio en el que no pudieron estar por culpa de la niebla.
Ahora que se han cumplido 25 años de su construcción, confieso que tengo más recuerdos del día que pudo ser y no fue que del día en que, definitivamente, los Reyes, acompañados del Ministro de Obras Públicas, Javier Sáenz de Cosculluela, inauguraron una presa que, por su capacidad,  duplicó el agua embalsada hasta entonces en todo el Plan Badajoz, puesto que la presa de La Serena es mayor  que Cijara, García Sola y Orellana juntas. El día frustrado hubo alguna manifestación protagonizada por los afectados de las expropiaciones que tuvo que hacer Confederación para poder invertir los 12.000 millones de pesetas que costó toda la infraestructura creada y, sin embargo, el día de la inauguración, el silencio se apoderó del solemne acto; silencio que, incluso, fue denunciado por el escritor e Ingeniero de Caminos Juan Benet, que consideró que la presa hubiera merecido un más y mejor tratamiento por parte de la prensa nacional, ya que una presa de 3.200 Hectómetros cúbicos de capacidad no se construye todos los días. Pero así eran las cosas en esos tiempos. Extremadura estaba excesivamente lejos de Madrid para noticias como esa y, por el contrario, cerquísima para crímenes como el de Puerto Hurraco o para la presencia de Monserrat Caballé en Mérida que, como ya sabemos, cayó muy bien en el Anfiteatro Romano.
Placa conmemorativa de la inauguración de la Presa de la Serena
La crítica más fuerte que se hizo a la construcción de la Presa fue con motivo de la adivinación que algunos elegidos hicieron sobre las posibilidades de que dicha presa pudiera llenarse algún día. La bola de cristal en la que adivinaban el futuro debieron comprarla en alguna tienda de las de todo a cien, porque como escribió José Antonio Alcaraz Calvo, en febrero de 1997, su despedida como presidente de Confederación, coincidió con el primer llenado de la Presa de la Serena y la primera salida de agua por la coronación. Fue el 7 de febrero de 1997. Sólo siete años después de su inauguración. Con ese llenado, la presa podría abastecer a todas las poblaciones de Extremadura durante 39 años consecutivos.
Hicimos todo lo que pudimos para obtener financiación española y europea para esta importantísima obra pública. Desde estas líneas conmemorativas, manifiesto mi agradecimiento a todos los que desde el ministerio de Obras Públicas con Julian Campos de ministro, primero y con Sáenz de Cosculluela, después, y desde la Confederación Hidrográfica de Guadiana hicieron posible esta obra que nos dio agua y moral; mucha moral. Era posible hacer cosas importantes en Extremadura, aunque siguiéramos estando tan lejos para quienes sólo nos veían en blanco y negro.

Entrada publicada en el Blog «Agua Civilizada»

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