A raíz de la sentencia sobre el caso de los ERE de Andalucía, por la que han resultado condenados en primera instancia los que fueron presidentes, consejeros y altos cargos de la Junta de Andalucía en la etapa de Manuel Chaves y José Antonio Griñán, se ha puesto de moda acusar y dar por muerto al que llaman «viejo PSOE». En el supuesto de que eso fuera cierto, no se especifica si el final del «viejo PSOE» produce pena o alegría en quienes lo pregonan.
Si fuera lo segundo, habrá que aclarar un par de cosas; la primera de ellas tienen que ver con la circunstancia de que el pronunciamiento de la Audiencia de Sevilla no es más que la primera etapa de una carrera que ya lleva recorrido muchos kilómetros en los que los dos principales protagonistas, Chaves y Griñan, se dejaron por el camino sus escaños en el Congreso y en el Senado y su militancia en el PSOE. Gracias a ese gesto, que casi nadie ha hecho nunca en circunstancias parecidas, ha sido ese Tribunal y no el Supremo el encargado de juzgarlos en primera instancia. Veremos qué dice el Alto Tribunal cuando los recursos lleguen a su jurisdicción y puedan examinar el caso lejos de la contaminación ambiental que, a mi entender, se ha producido en Sevilla. Sin necesidad de ser jurista, la experiencia adquirida en la dirección de una comunidad autónoma me permite afirmar que ningún presidente puede estar al tanto de los usos o abusos que se hagan de las subvenciones que se articulan para beneficiar a colectivos o a personas en virtud de lo que establezca la legislación correspondiente.
Veremos qué dice el Supremo cuando los recursos de los ERE lleguen a su jurisdicción y puedan examinar el caso lejos de la contaminación ambiental que se ha producido en Sevilla
La segunda aclaración tiene que ver con el denominado despectivamente «viejo PSOE». Ese PSOE y la generación que lo encarnó, vivificó y dirigió han sido lo mejor de cuantos pesoes puedan compararse con este -en el supuesto que a los largo de los 140 años de historia haya habido más de uno-. Fue el «viejo PSOE» quien participó y contribuyó activa y decididamente a terminar con el franquismo y a convertir un régimen dictatorial en un régimen democrático. Fue ese «viejo PSOE» quien ganó en 1982 una elecciones generales con 202 diputados, lo que le permitió gobernar durante algo más de trece años para así conseguir acabar con el golpismo, conseguir el ingreso de España en el entonces Mercado Común Europeo, en la OTAN y otros en organismos internacionales de los que España estaba ausente como consecuencia de su falta de libertad. Fue ese «viejo PSOE» el que posibilitó que cientos de miles de jubilados pudieran recibir mensualmente una pensión no contributiva por la falta de cotización a la Seguridad Social de quienes les contrataban y nunca cotizaron por ellos. Fue ese «viejo PSOE» el que estableció un sistema educativo público, de calidad y gratuito para que pudieran adquirir una educación primaria y secundaria todos los escolares españoles independientemente de su nivel de renta y lugar de residencia. Fue ese «viejo PSOE» el que trajo a España un sistema sanitario universal y gratuito que vela por la salud y trata las enfermedades de quienes antes no tenían otro recurso que el auxilio social o la beneficencia. Fue ese «viejo PSOE» el que cerró la puerta francesa por la que se colaban los asesinos de ETA para refugiarse tras asesinar a los españoles. Fue ese «viejo PSOE» el que se jugó su prestigio ante su electorado natural con tal de reconvertir el sector industrial español que adolecía de obsolescencia y de falta de competitividad. Fue ese «viejo PSOE» el que legisló eficazmente a favor del derecho de la mujer a disponer sobre su maternidad. Fue ese «viejo PSOE» el que consiguió desarrollar y consolidar un Estado de las autonomías que ha equilibrado los derechos al estado del bienestar de la inmensa mayoría de los españoles.
En definitiva, un «viejo PSOE» del que ningún español debe avergonzarse porque ha protagonizado y liderado el periodo más brillante de la etapa democrática de España en los dos últimos siglos. Un «viejo PSOE» que no volverá aunque el Tribunal Supremo corrigiera la sentencia que condena a dos de sus dirigentes por suponer acciones delictivas sin pruebas que avalen tales condenas, según opinión emitida por destacados juristas a raíz de la sentencia de la Audiencia de Sevilla. Y no volverá porque sus dirigentes y militantes sabían lo que querían, con quién lo querían y para qué lo querían. Y los españoles, votantes y no votantes socialistas sabían qué líneas rojas no traspasaría jamás un partido comprometido con la libertad, la igualdad y la unidad del Estado. En definitiva, un «viejo PSOE» fiable.
Leer «La contaminación ambiental» en El Diario de Sevilla