El candidato a la Secretaría General del PSOE, Pedro Sánchez, defendió el pasado día 25, en Barcelona, el federalismo asimétrico como solución ante el choque de trenes entre Cataluña y el resto de España, un modelo en el que se dote a Cataluña de un trato fiscal especial y se la reconozca como nación.
Estos son los inconvenientes de dejar al albur a quienes han decidido volar por su cuenta en el seno del PSOE para ocupar el liderazgo de ese partido. ¿Quién le ha dicho a Pedro Sánchez, o a cualquier otro precandidato a secretario general, que puede decir lo que le dé la gana, comprometiendo seriamente al partido en asuntos cuyo pronunciamiento debe someterse a lo ya aprobado en resoluciones congresuales, en conferencias políticas, o en programas electorales? ¿En qué resolución está escrita una propuesta como la lanzada por el precandidato Sánchez en territorio catalán?
¿Qué pasa en el PSOE que oyendo cosas como estas o parecidas a nadie parece preocuparle ese tipo de pronunciamiento? Pareciera que no se hubiera aprendido la lección de cuando se dijo tan alegremente aquello de “bajar impuestos es de izquierdas» o “aceptaré aquello que venga del Parlamento de Cataluña» y que tan caro costó electoralmente al partido socialista que, por ese y otros pronunciamientos escuchados en silencio por una militancia que no estaba de acuerdo, comenzó a no ser percibido como un partido claramente socialista y profundamente español.
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El PSOE no puede difuminar sus mensajes más esenciales a la conveniencia de los intereses particulares del primero que llegue con la aspiración de dirigir el partido y dispuesto a vender lo que sea como si el partido fuera una especie de teletienda. Quienes militamos en el PSOE lo hacemos en función de una ideología, un estilo, unas propuestas y una cierta idea del país que queremos. Algunos no vamos a estar dispuestos a seguir militando a ciegas y sin saber qué defenderemos en el futuro próximo, según gane fulano o zutano. Si ahora se trata de elegir al secretario general y eso conlleva el pasar por propuestas como la defendida por un precandidato, ¿qué será en noviembre cuando se vuelvan a convocar elecciones primarias para elegir candidato a la Presidencia del Gobierno?
Los precandidatos y candidatos a dirigir el PSOE deben limitar sus discursos a definir ante la militancia el tipo de dirección que pretenden elaborar, con quiénes piensan contar, si son partidarios de consensos internos o de mayorías y minorías, de las exigencias que les gustaría formular para acceder a un cargo público, de los compromisos éticos exigibles para ser militante socialista y para ser cargo público en nombre del PSOE, y de cosas orgánicas similares. Para lo que no están autorizados es para decidir personalmente sobre asuntos que escapan de sus preferencias o de sus necesidades electorales.
Siempre me pareció un disparate esta forma de organizar el partido. Siempre me pareció mejor, más honrado y decente, de cara a militantes y electores, que fueran los afiliados, en contacto con el conjunto de la sociedad, los que decidieran el ideario y el programa que los socialistas proponen para abordar y solucionar los problemas y los conflictos que lastiman o hieren la justicia, la igualdad y la libertad. Y que, una vez decidida la política a seguir, se elijan a las personas que se consideren más idóneas para llevarlos adelante. Lo que no es de recibo, por muy democrático que se quiera vender, es este estado de cosas donde un precandidato dice lo que cree mejor para él, para conseguir los votos que necesita para llegar a líder -que ya tiene guasa lo de postularse para líder-.
Este partido ha comenzado a dejar de ser una estructura organizada para transformar la sociedad y para eliminar todo aquello que impide la igualdad entre ciudadanos, para convertirse en un instrumento que se utiliza como un ganavotos personal sin sentido, ni lógica, ni razón
Definitivamente, este partido ha comenzado a dejar de ser una estructura organizada para transformar la sociedad y para eliminar todo aquello que impide la igualdad entre ciudadanos, para convertirse en un instrumento que se utiliza como un ganavotos personal sin sentido, ni lógica, ni razón. ¿O tiene lógica que alguien defienda un trato fiscal especial para los que exhiben hechos diferenciales y no para los que malviven con un ejército insoportable de parados?
Ya que la locura de las primarias es imparable, por lo menos, se debería crear en el seno del PSOE una especie de comité de vigilancia que tuviera facultades para sacar tarjeta amarilla, o roja de eliminación, a los pre y candidatos que pretendan comprometer al partido con promesas que no puedan ser anunciadas sin haber sido propuestas, debatidas y aprobadas en los órganos pertinentes del PSOE. Y que obliguen a los pre y candidatos a defender las mismas cosas en todos los rincones del país. Porque, por ejemplo, el precandidato Pedro Sánchez, antes que en Cataluña estuvo en Extremadura, y nadie recuerda que en tierras extremeñas defendiera lo que defiende en Cataluña; el problema ya no radica en saber que no se puede confiar en quien dice una cosa en un sitio y la oculta en otros. El problema es saber quién va a confiar en un partido en el que cada cual defiende lo que le da la gana.