Escribo estas líneas en la mañana del día 8 de marzo, cuando se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Machismo, homofobia y racismo sigue presente en la vida de los hombres españoles. Traten de escuchar a los postres de cualquier comida de hombres los chistes que cuentan los más capacitados para escenificar esas historietas que tanta gracia provocan. Nadie ha oído nunca contar un chiste que empiece “saben ese del blanco que…” o “iba un heterosexual por…”. Muchos se cuentan sobre homosexuales o sobre negros.
No cabe la menor duda de que las cosas van cambiando en nuestro país. Que las generaciones más jóvenes han aprendido que el trabajo es cosa de mujeres y de hombres y que las tareas domésticas son cosas de todos los que componen la unidad familiar o la de convivencia.
Compartir con la pareja, cuando ésta es una mujer, no consiste sólo en “ayudar” a hacer la cama, quitar la mesa o poner el lavavajillas. Sin duda eso es exigible porque en ninguna parte está escrito que esas tareas corresponden al género femenino. En España, las mujeres ya no están tan limitadas en sus aspiraciones laborales por el hecho de tener que asumir toda la responsabilidad en el cuidado de la casa y de los hijos. Su limitación viene provocada por algo mucho más sutil, menos visible, pero a todas luces limitador de su itinerario profesional. Me estoy refiriendo al sentimiento de culpa que, aún, sigue incrustado en la conciencia de la mujer cuando enfrenta su trabajo, su vida en común con un hombre, y su maternidad.
Un hombre está educado para trabajar. Su trabajo es lo primero y, luego, viene todo lo demás. Si un hijo crece sin que el padre se percate de ese crecimiento, el sentimiento de culpa por no haberlo percibido y acompañado no hará acto de presencia en la conciencia del progenitor. Él estaba trabajando. Si un hijo necesita acudir a la consulta del pediatra, el padre seguirá acudiendo a su trabajo y, será la madre la encargada de pedir el correspondiente permiso para acudir a la consulta médica. El padre trabaja y se conciencia quedará limpia si no puede acompañar a su hijo.
Un hombre nunca ha experimentado la sensación de culpa por no poder asistir a una reunión de la AMPA del colegio de su hijo, ni por no poder poner la mano en la frente de su hija para calmar afectivamente la alta temperatura de unas anginas
La mujer, por el contrario, si experimenta ese sentimiento de culpa que la embarga cuando, cansada de su trabajo, acude a su casa, muchas veces a las diez de la noche, cuando los críos ya se acostaron después de haber cenado un “yatekomo”, y ella experimenta el dolor o la mala conciencia de no estar con sus hijos cuando sus hijos, tal vez, necesiten la presencia, el acompañamiento o la seguridad de sus progenitores. En su interior piensan que no están atendiendo suficientemente otras responsabilidades que tienen en casa, con su marido, con sus hijos, con su familia. Ese sentimiento jamás acude a la conciencia del trabajador masculino. Más bien al contrario, el ejecutivo, el político, el empresario de moda o de éxito, exhibe como muestra de su triunfo el poco tiempo de que dispone para ver a su mujer y a sus hijos. El ejecutivo lo expresa como mérito, mientras que la ejecutiva lo argumenta como sentimiento de culpa. Un hombre nunca ha experimentado la sensación de culpa por no poder asistir a una reunión de la AMPA del colegio de su hijo, ni por no poder poner la mano en la frente de su hija para calmar afectivamente la alta temperatura de unas anginas, ni siente remordimiento por no poder llevar a su hijo a la consulta del pediatra para saber si su peso y crecimiento están siendo equilibrados. Ya hace bastante con ayudar a quitar la mesa y, si se tercia, con echar detergente en el lavavajillas; piensa, con demasiada frecuencia, que lo demás es cosa de la mujer.
Es eso lo que, de verdad, se debe compartir con la mujer: el sentimiento de culpa, para que las mujeres abandonen ese remordimiento o sepan que es compartido con el hombre. Eliminar ese sentimiento o compartirlo con la pareja es la tarea más importante que nos queda para que la mujer no sienta culpabilidad por hacer lo que puede hacer y compartir lo que es obligado compartir.
Por otra parte, ha sonado a falso el pronunciamiento de los diferentes liderazgos políticos de nuestro país a raíz del Día Internacional de la Mujer. Tanto Rajoy (PP), Antonio Hernando (PSOE), Frances Homs (PDeCAT), Joan Tardà (ERC), Albert Rivera (C’s), Pablo Iglesias (Unidos Podemos), Joan Baldovís (Compromis), Pedro Quevedo (Nueva Canarias), Isidro Martínez (Foro Asturias), Íñigo Alli (UPN) o Aitor Esteban (PNV), han hablado y elogiado a la mujer y a sus capacidades. Debe ser que todos ellos, hombres, se consideran más capacitados que las mujeres para estar donde están. ¿Será el sentimiento de culpa?
Leer «Los hombres que hablaban de las mujeres» en El Huffingtonpost