El sustantivo mentira, el verbo mentir, la frase “está usted mintiendo” se han puesto de moda tras el debate que el pasado día 10 mantuvieron en los estudios de un medio de comunicación el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el candidato a presidente, Alberto Núñez Feijoo. Han sido los defensores del que supuestamente perdió ese debate los que más se han apresurado a devaluarlo con el argumento de que el supuesto ganador lo hizo gracias a las mentiras que deslizó a lo largo de las más de hora y media que duró la ¿conversación?
La primera acepción que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua da a la palabra mentir es “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”. Tres formas distintas de engañar o de tratar de hacerlo. Cuando lo que se dice es lo contrario de lo que se sabe, el hablante actúa con mala fe. Sabe de forma cierta que lo que dice es falso y, sin embargo, lo mantiene para tratar de engañar al oyente. No debería resultar fiable la persona que actúa de esa manera. Se habla en ocasiones de la mentira piadosa, es decir, realizar una afirmación que el emisor sabe que es falsa, pero que su objetivo no es tanto engañar sino intentar hacer más digerible una verdad para hacer el menor daño posible a una persona. Puede ser el caso de aquel que avisa a un familiar del que ha tenido un accidente de circulación con resultado de muerte y le miente afirmando que “su marido está ingresado grave en un hospital”. Nunca se sabe si esa mentira “piadosa” será más dura cuando el familiar afectado descubra irremediablemente la verdad. La mentira, por muchos calificativos que se le ponga, no deja de ser mentira.
La segunda acepción de la RAE es menos dañina para la convivencia dependiendo de quien la articule. No es igual de dañina la afirmación que hemos oído tantas veces en boca de gente sin autoridad científica de que la pandemia que hemos soportado durante tres largos años es un cuento para inocularnos no sé cuantas cosas a través de las vacunas. No produce el mismo error lo que decía Miguel Bosé, que sabe un montón de música, que lo que pudiera decir al respecto un premio Nobel de Medicina o de Química. Miguel Bosé hablaba desde sus creencias. Mentía, pero era lo que él creía de verdad.
La tercera acepción es la consecuencia de una reflexión personal sin asidero cierto al que agarrarse. Uno puede pensar que no podemos estar solos en el universo y defiende ese pensamiento. Miente, pero piensa que es verdad lo que dice, porque es lo que piensa.
En el cara a cara del día 10 se dieron las tres acepciones entre los debatientes. Quienes han tenido que someterse a pruebas semejantes saben que es tal la saturación de datos que se intentan acumular en la memoria que se puede llegar a confundir cifras o situaciones. Son mentiras consecuencia de la creencia o del pensamiento. Lo peor es negar la evidencia sabiendo que la verdad es lo contrario de lo que se está diciendo.
Algunos han exteriorizado su escándalo por considerar que la política se ha convertido en un espacio en el que toman asiento los mentirosos. Y no es cierto. Mentir, lo que se dice mentir en cualquiera de sus acepciones, miente todo el mundo. Es a lo que nos han acostumbrado desde que llegamos a este mundo. Cuando se quiere que el bebé apure hasta el último gramo la papilla que se le está dando para su alimentación, se le dice que esa cucharada que se resiste a tomar lo va a hacer “por papá” y esa otra “por mamá” y la última “por los abuelitos”. Ni por papá ni por los abuelitos ni por la madre que lo parió. Es por poder presumir de niño que come y duerme mejor que ninguno.
Cuando llega diciembre a los niños se les cuenta una película que tarde o temprano descubren que es mentira. Se llevan una enorme decepción cuando, con siete u ocho años, descubren que Melchor, Gaspar y Baltasar ni vienen de Oriente ni uno es negro y blanco los otros dos ni traen oro, incienso y mirra al niño Jesús, sino que Melchor es el concejal de limpieza de su pueblo, que Gaspar es el cronista local y que Baltasar es un simpático vendedor del mercadillo de los sábados al que le gusta disfrazarse de rey el 5 de enero de todos los años. Con apenas conocimiento se nos educa en una enorme mentira. Ya sabemos que se puede mentir porque así nos lo enseñaron nuestros progenitores y nuestros ediles .
Los partidos políticos no pueden echar en cara las mentiras del adversarios porque nada más empezar el debate del día 10 ya enviaron mensajes a sus afiliados para que entraran en las redes para que dijeran “gana fulano o mengano”. Apenas habían empezado a hablar y ya invitaban a mentir. Como para escandalizarse con las mentiras de los demás.
La verdad en la que viven muchos españoles es en el miedo a los extremos. La izquierda se inquieta ante los posibles pactos en la derecha, y la derecha manifiesta su temor a los posibles pactos en la izquierda. Si no mienten los socialistas y los populares, lo sensato sería intentar que ni Vox ni ERC ni Bildu ni Junts per Catalunya conduzcan a la democracia por caminos vetados. Si vas por la carretera y ves que un camión puede arrollar tu coche, lo sensato es dar un volantazo. Los españoles llevan tiempo esperando ese volantazo de PSOE y de PP para volver a la autopista de la convivencia.
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