Tal vez me equivoqué la semana pasada cuando afirmé que no colaba el hecho de que Junts pel Sí y la CUP hubieran sido capaces de negociar, junto con ERC, el inicio de la conformación de un Estado catalán y se les hubiera pasado acordar el nombre del presidente encargado de formar un Gobierno que tuviera la capacidad ejecutiva para ponerlo en pie. Y admito que pudiera haberme equivocado si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría de los afiliados a la CUP votaron el domingo anterior en contra de apoyar la investidura de Artur Mas. Pero el tal vez con el que abro este comentario se sostiene en el hecho de que, al día siguiente de que votaran las bases, el líder de la formación anticapitalista, Antonio Baños, declaró en un medio de comunicación que la posibilidad de que parte de los parlamentarios de la CUP voten al actual presidente en funciones sigue siendo posible. «Todas las opciones siguen abiertas», dijo en una entrevista en RAC. Sigo insistiendo, y me juego una cerveza con quien quiera, que Mas saldrá elegido presidente de la Generalitat con los votos de Junts pel Sí, de ERC y de la CUP.
Si no fuera así, entonces adquirirá todo su significado el escrito que la Mesa del Parlamento catalán envió, con la firma de su presidenta, la Señora Forcadell, al Tribunal Constitucional, alegando que la resolución independentista que Junts pel Sí, ERC y la CUP aprobaron el pasado día 9 de noviembre, y que marca el inicio del proceso de construcción de una república catalana, no es más que una declaración de intenciones, un acto parlamentario de naturaleza estrictamente política. Es decir, una tomadura de pelo para los catalanes y para el resto de los españoles a los que se nos vendió el inicio de un «proceso de desconexión» entre Cataluña y el resto del Estado.
Cualquiera estaría en su derecho a pensar que la CUP, y muchos con ellos, están adoptando en este sainete el papel que otros jugaron cuando el referéndum sobre la permanencia o no de España en la OTAN, que aspiraban a que España se mantuviera en la Organización Atlántica… ¡con su voto en contra! Efectivamente, ya nadie duda de que el plazo de un mes que el Parlamento autonómico marcó al nuevo Gobierno para presentar una ley de hacienda y otra de seguridad social no se va a cumplir. Cualquier desconfiado pensaría que le han concediendo todo el tiempo necesario al Tribunal Constitucional para la declaración de nulidad de esa presuntuosa declaración, con lo que, ¡muerto el perro… se acabó la rabia!
La CUP, partido formado por militantes diversos, variados y estrafalarios y antisistema, según definición de su diputada autonómica Gabriela Serra, y por su condición de asamblearia, no parece que case bien con su negativa a respetar la voluntad de las decisiones adoptadas por los militantes de las otras formaciones políticas que conforman el frente independentista y que apuestan por Artur Mas como presidente del Gobierno de Cataluña. Los cupistas llevan razón en cuanto a la pretensión de cambiar un candidato por otro, puesto que la forma de Estado que nos dimos los españoles no es un sistema presidencialista, sino de representación parlamentaria, en la que son diputados y no presidentes lo que elegimos los votantes. Pero, en el supuesto de que Mas hubiera sido designado candidato en un proceso de primarias, votado por los militantes y por los simpatizantes adscritos, ni la CUP, ni ERC, ni Junts pel Sí hubieran podido aceptar el cambio de su candidato por otro.
De nuevo, se vuelve a poner de manifiesto que un sistema de representación parlamentaria como el nuestro y la elección de candidatos a la presidencia del gobierno por primarias resultan incompatibles Si lo que pretende la CUP en Cataluña se extrapola a lo que pueda pasar en el conjunto de España, en las elecciones del próximo día 20, solo el PP estaría en condiciones de poder especular sobre la pretensión de cambiar de candidato si necesitara apoyos de otros grupos para la investidura. Rajoy es el único que no ha sido elegido por las bases y por los simpatizantes. Ni el PSOE, ni Ciudadanos, ni IU, ni Podemos, que tienen elegidos a sus candidatos a presidente por el sistema de primarias, podrían atender ese tipo de exigencia. Pero, si Rajoy hubiera sido designado candidato por primarias, y Ciudadanos llegara a ser el partido bisagra necesario para que el PP gobernara, ¿Albert Rivera exigiría que no fuera Rajoy el presidente aunque hubiera ganado como cabeza del cartel electoral del PP? Está clarísimo que en un sistema parlamentario, son los diputados, y no los ciudadanos, los que eligen al presidente, y ello conlleva la posibilidad de elegir a cualquiera de los que forman la cámara parlamentaria.
Y volviendo al principio, la CUP dará su voto a Mas cuando lo hayan arrastrado bien por el fango y lo hayan humillado hasta límites irreconocibles en la democracia española de 1978. ¡Que para eso son antisistema y estrafalarios!
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