No comparen, por favor

No comparen, por favor / Rosell

Hemos pasado de los de la “vieja guardia” a los “históricos” del PSOE. Tal vez lo de “guardia” podría conferir una cierta autoridad in vigilando que nos posibilitaba censurar determinados comportamientos en el seno del PSOE. Ahora somos “los históricos”. Ese calificativo ya no confiere autoridad sino alejamiento de la realidad actual. Nuestras opiniones sobre el socialismo son tomadas como antiguallas alejadas del mundo moderno. Lo de “histórico” no tiene mucho que ver con la edad sino con la experiencia. Los hay dentro del Partido Socialista con edades similares a las que tenemos muchos de los “históricos”, que no gozan de esa cualificación. Sencillamente no estuvieron cuando había que estar. Estaban en otros menesteres.

Ser históricos en el PSOE evidencia que estamos en el presente con un bagaje de experiencia, de conocimiento del pasado, que nos permite analizar el presente con mayor profundidad que los que acaban de llegar. Formamos el batallón de los que nada queremos. Sabemos cómo fomentar la convivencia entre todos los españoles independientemente de los intereses que animan a cada uno. Sabemos que la política es el instrumento que tenemos los ciudadanos para resolver los conflictos.

Ante la debilidad electoral del socialismo, la dirección del mismo se siente obligada a pactar para conseguir una mayoría parlamentaria que asegure la investidura del secretario general del PSOE. A quienes nos oponemos a pagar un precio que lesione la democracia, la Constitución, la convivencia y algunos de nuestros principios, se nos responde con el manido “para que no gobierne la derecha y la extrema derecha”. Con ese argumento, los separatistas se hacen fuertes dentro de su debilidad y exigen lo que no se debería conceder. Si esa es la excusa para ceder, ¿cuál es la raya roja que no se puede pisar? Si los separatistas exigieran un referéndum de autodeterminación, ¿se cederá “para que no gobierne la derecha”? ¿Alguien cree que los separatistas van a renunciar a la razón que los anima a militar en partidos separatistas? Si hay un punto en el que no podemos acceder ¿por qué no parar ya?

Los que más miedo le tienen a la derecha y a la extrema derecha son los que no consiguen ganarles las elecciones. Yo no les temo. Seis veces competí con ellos y las seis veces les gané con el apoyo del PSOE.

Si el intento de impedir el gobierno de la derecha y de sus extremos supone pagar un alto precio para la convivencia, ¿no resultará más razonable, más sensato, explorar otras vías que nos reconcilien con otros españoles?

“Para que no gobierne la derecha y la extrema derecha” en el Gobierno de España es un argumento tan absurdo como peligroso. Esperemos que a algunos diputados socialistas no se les ocurra votar contra la proposición de ley de amnistía para así recuperar la simpatía de los electores de su tierra “para que no gobierne la derecha” allí donde perdimos los gobiernos autonómicos y municipales.

Cuando no se sabe qué decir ante el disparate que quieren imponernos los Puigdemont y los rufianes, se recurre a las comparaciones históricas. Ahora sí les vale traer a colación a los “históricos”. “Felipe González y Aznar también pactaron con Pujol”, proclaman. Las comparaciones hay veces que resultan odiosas. En este caso lo son. Por muy deteriorada que esté la imagen de Jordi Pujol –y lo está–, y yo no soy sospechoso de haber simpatizado nunca con él, no se le puede comparar con Puigdemont y compañía cuando aquel negociaba con los anteriores presidentes del Gobierno. El golpista prófugo de la Justicia no es comparable al Pujol que nunca elaboró leyes ilegales de desconexión, ni exigió una amnistía generalizada incluyendo a los Comités de la defensa de la República (CDR) y a los Tsunamis Democràtic, ni exigió la condonación del 20% de la deuda que la Generalitat tiene contraída con el Gobierno sin que sepamos a cuánto asciende el 100%, ni desvió fondos públicos para un referéndum ilegal, ni coqueteó con Rusia, ni propició la marcha de la sede social de miles de empresas de Cataluña, ni huyó escondido en el maletero de un coche para evitar rendir cuentas de sus fechorías, ni se pasó cinco años despotricando en países de nuestro entorno sobre la calidad de la democracia española.

Los socialistas “históricos” conocemos la historia porque la hemos vivido y la iniciamos cuando no se sabía por dónde circularía España. Portugal marcó el camino, pero cada vez más, se nota la diferencia: Franco murió de viejo en la cama mientras que en Portugal, la revolución de los claveles acabó con la dictadura. Tan cercanos geográficamente y tan lejanos en ética democrática. La solidez democrática de Antonio Costa y la impunidad española ante la corrupción política. La independencia de la Justicia portuguesa y el partidismo de la española. ¡Qué envidia, Portugal!

¡No comparen, por favor!

Leer «No comparen, por favor» en Diario de Sevilla

1 comentario en “No comparen, por favor”

  1. Si,pero los socialistas de bien votareis la investidura de Sánchez,eso no se entiende,así es que de que les vale criticar si al final saldrá investido gracias a los hombres de bien

Los comentarios están cerrados.

Scroll al inicio