Hoy, 17 de julio de 2023, María Guardiola tomará posesión como presidenta de la Junta de Extremadura en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida (primer error de la futura presidenta. Un lugar consagrado a las musas no creo que sea el mejor escenario para tomar posesión de un cargo que nada tiene que ver con las musas).
Estuve atento a los discursos de todos los grupos en el debate de investidura de la semana pasada. Vox, que ha obtenido un 8% de los votos, anda sacando pecho y dando a entender en sus declaraciones que ellos van a ser los defensores de los valores más reaccionarios y más perjudiciales para el desenganche de Extremadura en la modernidad. Vox obtuvo el 8,12% de los votantes extremeños. Quiere ello decir que el 92% de los votantes no quieren saber nada de esa formación política. Como dice el chotis, «no sé qué saca pa tanto como destaca».
Durante cuarenta años los extremeños, a través del Estatuto de Autonomía para Extremadura, y con gobiernos del PSOE, también cuatro años del PP con José Antonio Monago al frente –por cierto injustamente ignorado en todo el debate de investidura–, hemos conseguido introducir en nuestra región el Estado de Bienestar que, hasta los años ochenta brillaba por su ausencia en Extremadura. Recuerden la sanidad que había, la educación que expulsaba a los alumnos a los 11 años, los jubilados sin ningún tipo de pensión, los ayuntamientos dando dinero para medicinas a cuantos no estaban acogidos a la Seguridad Social, las igualas médicas ante la falta de centros de salud, las personas con discapacidad casi encerrados en sus casas por falta de atención socio-sanitaria y por rechazo social, 138 pueblos de los 380 sin agua potable en sus casas, etc., etc., etc…
La portavoz del Grupo Parlamentario del PSOE anunció que «el fascismo entró en la Junta de Extremadura». Si ello fuera así y todo el grupo piensa lo mismo, la obligación de los demócratas es hacer lo posible para evitarlo. Hubiera bastado con garantizar la abstención de una pequeña parte del Grupo Socialista para evitar «la entrada del fascismo»
La portavoz socialista en el Grupo Parlamentario del PSOE anunció que «el fascismo entró en la Junta de Extremadura». Si ello fuera así y, si como habla en nombre del grupo socialista, todo el grupo piensa lo mismo y también el PSOE, la obligación de los demócratas es hacer todo lo democráticamente posible para evitarlo. Cuando el fascismo llegó a Italia y el nazismo a Alemania hubo italianos y alemanes que aceptaron la situación con mejor o peor gana. Por el contrario, hubo ciudadanos de ambos países que arriesgaron su libertad y su vida para evitar el fascismo y el nazismo. No digo yo que para evitar «el fascismo en la Junta de Extremadura» hubiera que haber tenido el coraje, el valor y la decencia democrática que tuvieron alemanes e italianos. Aquí hubiera sido más fácil, más cómodo y menos costoso. Hubiera bastado con garantizar la abstención de una pequeña parte del Grupo socialista para evitar «la entrada del fascismo».
No fue esa la decisión que se tomó. Y yo la acato. La autonomía del PSOE obliga a que sea respetada la votación en contra de la investidura de la candidata popular.
Otra fórmula, más acorde con la izquierda, hubiera consistido en que el grupo de Unidas Podemos de Extremadura no hubiera presentado listas en esas elecciones autonómicas y se hubieran integrado en las filas del PSOE que, una vez más, se ha significado como el único partido de izquierdas capaz de competir con la derecha. Desde el inicio de la democracia se viene demostrando que la «izquierda de la izquierda» sabe que su destino tras unas elecciones es aspirar a gobernar con el PSOE. Se pueden disfrazar de lagarteranas, que no engañan a nadie. Como con Vox, el 93% de los extremeños no quieren saber nada de ellos. ¿Por qué entonces siguen dividiendo a la izquierda? Los dirigentes de esas formaciones (PCE, IU, Podemos, Sumar, etc.) saben que pase lo que pase ellos o terminan de diputados regionales o de consejeros o directores generales. El día en que los máximos líderes de esas formaciones vayan en sus listas del puesto décimo para atrás, seguro que buscarían un acuerdo con el PSOE si de verdad pensaran en el triunfo de la izquierda y no en su porvenir personal. La otra forma de haber impedido la entrada del «fascismo» en la Junta de Extremadura hubiera consistido en haber presentado una lista única del PSOE sin «izquierdas a la izquierdas». En ese supuesto, Irene de Miguel, esa sí que es una brillante parlamentaria, estaría hoy en el gobierno de Extremadura o representando la voz enérgica de la izquierda socialista frente a la derecha popular. Cuatro escaños «a la izquierda de la izquierda» casi inútiles que podrían haber sido ocho si se hubieran integrado en la única izquierda capaz de ganar a la derecha.
No pierdo la esperanza de que la próxima dirección del PSOE de Extremadura le haga a Unidas Podemos una OPA amistosa que permita volver a seguir haciendo la política de izquierdas que el PSOE ha llevado adelante en Extremadura. Ya ocurrió con Nueva Izquierda y el PSOE se fortaleció, y algunos comunistas encontraron su sitio en una opción de izquierda gobernante.
En las corridas de toros, hay espectadores enérgicos e inflexibles que no han visto un toro de cerca más que en la pared de algún cortijo. Ven torear y son exigentes a más no poder. Quienes han sido toreros, y ya retirados ven los toros desde la barrera, son más comprensivos e indulgentes. Saben lo difícil que es estar en la cara del toro. Eso también ocurre en política. Quienes hemos estado gobernando somos más comprensivos y benevolentes con quien se dispone a hacerlo. Actuaré así con la nueva presidenta. Y solo le recordaré, si tengo ocasión, que el espíritu Adán hace tiempo que anda errante sin hacer nada más que tratar de que todo empiece de nuevo con él.
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