Política, mucha política

El pasado nueve de noviembre, el presidente de Cataluña, Artur Mas, declaraba pública y chulescamente, tras depositar su voto en el remedo de referéndum sobre la secesión catalana que «si la Fiscalía busca un responsable, soy yo». Oyéndole se tenía la sensación de que el Sr. Mas quería que todos cuantos le escucháramos supiéramos que lo que se estaba haciendo ese día en Cataluña era ilegal, que esa ilegalidad la estaban cometiendo otros además de él, pero que él se ofrecía como cabeza de turco para asumir cualquier procedimiento que se abriera como consecuencia del quebrantamiento del orden constitucional. No en vano, el presidente catalán desoyó el fallo del Tribunal Constitucional que declaró ilegal cualquier tipo de consulta que pusiera en manos de un grupo de ciudadanos decisiones que sólo corresponde tomar a los únicos y verdaderos depositarios de la soberanía nacional, es decir, al conjunto de los españoles. Sacando pecho, Mas parecía decir: “Aquí está el responsable de lo hecho y si el fiscal quiere algo, que sepa a quien debe dirigirse”.

Y el fiscal sí quería algo; quería demandar a quienes se saltan las leyes o las sentencias de los tribunales. Y eso es lo que ha hecho. Y el machote de la pandilla, en lugar de continuar con su razonamiento, lo que hace es escandalizarse, poner el grito en el cieloy acusar al presidente del Gobierno de “hacer política a través de la fiscalía”, tachando la querella presentada por los fiscales como “injusta”. De lo que se deduce que Artur Mas pensaba que el montaje que montó él -porque se calificó a sí mismo como el máximo responsable-, era justo. Y si era justo, ¿a cuento de qué venía ese aire valentón que tenía cuando hizo las declaraciones después de votar?

El fiscal quería demandar a quienes se saltan las leyes o las sentencias de los tribunales. Y eso es lo que ha hecho. Y Artur Mas, en lugar de continuar con su razonamiento, lo que hace es escandalizarse, poner el grito en el cielo y acusar al presidente del Gobierno de ‘hacer política a través de la fiscalía’

Tras el anuncio de la presentación de una querella por la fiscalía, algunos dirigentes políticos españoles manifestaron la consabida, absurda y manida frase de que “cumplir la ley es requisito imprescindible para todos los gobiernos”, pero también en que “con la ley no basta para afrontar un conflicto político que requiere una solución política». Si cumplir la ley es un requisito imprescindible y el Gobierno de Mas no la ha cumplido, se supone que todos los que hacen declaraciones del tipo anterior no tendrán dudas a la hora de apoyar a quienes, en uso de sus atribuciones constitucionales, han decidido emprender acciones judiciales contra quienes no han hecho lo imprescindible, o sea, cumplir la ley. “Con la ley no basta”, dicen. Pues muy bien, que se cumpla la ley, que se emprendan acciones contra quienes las vulneren y que, luego, se actúe políticamente. Porque cuando se dice lo que se dice, se supone que no tendremos que interpretar “que se obvie el incumplimiento y se vaya a la política”, como si las soluciones políticas conllevaran forzosamente el olvido de que vivimos en un Estado de Derecho y democrático, o que, “dependiendo de las situaciones, el cumplimiento de las leyes es o no exigible”.

Sin que pueda existir comparación en cuanto al fondo y a la forma, en el conflicto de ETA con el Estado, también oímos a dirigentes como el líder de Podemos, Pablo Iglesias,  afirmando que ETA «tiene explicaciones políticas» y que comprenderlas es necesario para «superar los problemas políticos y avanzar hacia soluciones democráticas».  Hablar de un problema y tratar de analizarlo políticamente no implica estar de acuerdo con él. Aquí, también, algunos recurren a la paradoja de pedir el cumplimiento de la ley pero “avanzando hacia soluciones democráticas” como si la aplicación de las leyes en España condujera a soluciones no democráticas.

A este paso va a resultar cierta la frase del Presidente del Consejo del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, cuando dijo que la actual ley procesal está «pensada para el robagallinas, no para el gran defraudador». Por lo visto y oído, al gran defraudador, al que va de vacilón saltándose las sentencias del Tribunal Constitucional, o a los que fueron de matones imponiendo sus sentencias, lo que hay que hacer cuando delincan es darles política, mucha política.

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