Esto dijo la cantante Alaska, representante del postmodernismo español, del cantante Raphael:
«Pues Bowie no sé, por el estilo, pero desde luego un Tom Jones, seguro, si no un Frank Sinatra. Ten en cuenta que él es el único que de verdad tiene un nicho de público. Y no hablo de unos fans que lo siguen por todas partes y tal. No, no, lo suyo es real. Él toca, y toca, y toca, y toca, y toca. Y llena, y llena, y llena, y llena».
Y esto es lo que decía Santiago Segura de Tony Leblanc:
«Era el mejor galán cómico de España». «Le gustaba mucho lo de galán cómico. Yo le decía que ya quisiera Cary Grant haber tenido su gracia y su estilo». «A mí me daba las gracias por haberlo rescatado después de 25 años sin hacer cine, y yo le decía que el agradecido soy yo, porque un actor de ese calibre quisiera salir en un película de un director novel. Con Torrente yo creo que le dimos una inyección de longevidad».
Y esto es lo que pensaba Tarantino de John Travolta, quien a los ojos del cineasta «no era una polvorienta reliquia del pasado; estaba mucho más vivo que un personaje de la estantería de cualquier vídeo-club, era una entidad completamente aparte».
Tanto Raphael, como Tony Leblanc o John Travolta fueron personajes que destacaron de una manera especial en sus respectivas profesiones, siendo amados u odiados por determinados sectores del público espectador. Han tenido que pasar unos años y han tenido que ser personas de las generaciones actuales las que hayan manifestado públicamente su admiración y respeto por el talento de cada uno de ellos. Que Alaska se haya deshecho en elogios hacia una figura que muchos consideraron un icono del franquismo, que Santiago Segura haya puesto a Leblanc por encima de grandes actores norteamericanos, o que Tatantino descubriera en Travolta a alguien con mucho más peso que un simple actor de reparto, pone de manifiesto que el olvido de grandes figuras del pasado es una de las mayores torpezas que cometen las generaciones que desean pasar página como sea para no tener que mirarse en espejos que les devuelven una imagen fea de ellos mismos.
Travolta, Leblanc, Raphael, y tantos como ellos, tuvieron un protagonismo importantísimo en épocas anteriores y triunfaron en lo que hicieron. Quienes, en una muestra de sabiduría, los ponen a su lado, no lo hacen para devolverles la luz que, aparentemente, perdieron. Al contrario, Raphael ilumina a Alaska; Leblanc hizo lo propio con Santiago Segura y Travolta con Tarantino.
Ahora, en España, cuando nadie sabe qué hacer frente a los retos y desafíos que se plantean tanto en lo territorial como en lo socioeconómico, hay que preguntarse si habrá en la política española alguna Alaska, algún Santiago Segura o algún Tarantino que quieran brillar con la luz de quienes no son polvorientas reliquias del pasado.
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