El Gobierno de España escondió durante unos días su famosa Ley de Calidad de la Educación. El tiempo suficiente para alejar las manifestaciones de padres, profesores y alumnos contra la citada norma. Por fin, el viernes día 17, el Consejo de Ministros dio el visto bueno a lo que había hecho el afamado ministro Wert, el mayor paradigma de la hipocresía y el cinismo de la política española. Cuando fue nombrado por el presidente Rajoy, las únicas referencias que se tenían de él procedían de su condición de tertuliano de radio y televisión. En los programas que intervenía, jamás dejó ver el rostro reaccionario, autoritario y conservador que ha sacado desde su nombramiento como ministro de Educación y Cultura. No se sabe si porque le resultaba rentable mantener la imagen de cierto progresismo para poder ser contratado en determinados medios que se escoran al centro izquierda, o porque no le causaba ningún trauma opinar de forma contraria a como piensa, lo cierto es que, una vez investido de la aureola de ministro, el señor Wert se ha destapado y nos ha hecho saber a todos que sus opiniones anteriores a su etapa ministerial eran pura farfolla.
La Ley que pretende imponer tiene, según el ministro, aspectos secundarios que se pueden negociar y aspectos fundamentales y troncales innegociables. Entre los primeros, se supone que se encontrará la asignatura de Religión como materia evaluable a lo largo del itinerario escolar de los alumnos. No dispongo de ninguna estadística ni creo que exista, pero sería interesante saber el resultado académico de todos los alumnos que han cursado esa asignatura durante los últimos 20 años, haya sido de una manera obligatoria o mediante la elección de los alumnos o de los padres de esos alumnos. Basta con preguntar a los hijos de tus amigos sobre el resultado de sus evaluaciones del curso escolar, para saber que pueden haber suspendido en matemáticas, en conocimiento del medio, en inglés o en lengua española, pero más difícil que encontrar una aguja en un pajar es toparse con un estudiante que haya suspendido la asignatura de Religión católica. Es posible que un porcentaje de alumnos abandonen sus estudios por no sentirse con fuerzas para aprobar filosofía o cualquiera de las otras asignaturas que he citado, pero no se conoce el caso del estudiante que colgara los libros por habérsele atragantado la disciplina religiosa. De ello se puede deducir o que la asignatura de Religión es un coladero que deja pasar a todos, por lo que no se acierta a comprender el afán del ministro en evaluar esa asignatura que ya se sabe que va a aprobar todo el mundo y que conlleva, como premio añadido, la realización de un viaje organizado por el profesor de la asignatura y al que sólo se pueden apuntar los buenos chicos que decidieron cursarla, o que los profesores de Religión, que ocupan su plaza en escuelas e institutos sin someterse a las oposiciones por las que tienen que pasar el resto de los profesores de esos centros, son unos fenómenos en cuanto a didáctica y pedagogía se refiere, por lo que no estaría mal que el ministerio y las comunidades autónomas fueran pensando que si a esos profesores los nombran los que saben de esa materia, es decir, los obispos, lo lógico sería que a los profesores de Matemáticas los nombraran la asociación de profesores de Matemáticas con el grado de catedráticos y así sucesivamente.
En lo que parece que todo el mundo está de acuerdo es que evaluando la asignatura de Religión, es posible que los alumnos salgan de la Educación Secundaria con unas décimas más en su evaluación final, pero no con mayor nivel como consecuencia de una educación de mayor calidad. Y eso mismo podrá decirse de la norma que permitirá que los centros puedan segregar a los alumnos en función de su sexo. Quienes vivimos ese tipo de enseñanza en la época del franquismo, sabemos que separar a las chicas por una parte y a los chicos por otra no es una acción que permita salir de la escuela con mayores y mejores capacidades académicas, sino
Segregar a los alumnos no permite salir con más capacidad académica sino con mayor nivel de represión y de machismo
con mayor nivel de represión y mayores índices de machismo. No se sabe qué tipo de pedagogía habrá sido la que ha influido en el ministro para permitir ese disparate; no se sabe si en el cerebro del señor Wert aún perviven los restos que le dejó la educación sexista del régimen anterior; en todo caso esas cosas se curan en el diván del psiquiatra y no con disposiciones en el Boletín Oficial del Estado. Si la Ley va a permitir esa división, sólo se puede explicar o porque el ministro considera un peligro meter a los chicos en las clases de las chicas, o porque ese peligro viene de meter a las chicas en las aulas de los chicos. Viendo lo de la Religión, me inclino por pensar que el ministro sigue pensando en lo de la manzana de Eva y en los peligros del sexo femenino. Es posible que el ministro todavía piense que los chicos de hoy no atienden al profesor cuando tienen a su lado a una chica. ¿Por qué pensará eso el ministro?.