Alfredo Pérez Rubalcaba ofreció el miércoles pasado un acuerdo al Presidente Mariano Rajoy para que se articulara una política española unitaria frente a la posición comunitaria europea. El líder de la oposición se mostró convencido de que es posible alcanzar un acuerdo, entre todos los grupos del Congreso, sobre medidas que se pueden llevar a cabo, desde la Unión Europea, para favorecer el crecimiento y la creación de empleo en España y ha propuesto al Presidente del Gobierno que convoque un pleno para ratificarlo antes del Consejo Europeo de junio. «Aprobemos una resolución, creo que habrá práctica unanimidad y usted irá más fuerte a Bruselas», dijo Rubalcaba.
En el momento de redactar estas líneas no sé si el Presidente Rajoy convocará o no ese pleno del Congreso de los Diputados o, por el contrario, utilizará otro método para conseguir el acuerdo. Podría pasar, como en otras ocasiones, que el acuerdo no se produzca o que ni siquiera se llegue a intentarlo. En ese caso, y partiendo de la base de que en los momentos actuales el consenso debe ser el instrumento que sustituya al disenso lógico en un sistema democrático, se buscarán culpables, cada uno atribuirá la responsabilidad del fracaso al contrario y, entre todos la mataron y ella sola se murió. Surgirán voces recordando los tiempos pasados, los tiempos de la Transición del régimen dictatorial al democrático y, es posible, que se vuelva decir que los políticos de antes eran mejores que los de ahora.
¿Y los periodistas de antes y los de ahora? Como sabe cualquier agricultor, nada germina ni florece si antes no se han hecho las labores pertinentes para preparar la tierra donde se va a plantar la semilla. Debe ser que la tierra estaría bien trabajada en los años setenta porque la semilla de la libertad y de la democracia brotó con fuerza, aguantando los malos vientos y las malas plagas que, de cuando en cuando, hicieron acto de presencia. Y no sólo germinó la semilla de la libertad, sino que la crisis económica que entonces asolaba España, pudo ser superada con el esfuerzo y el sacrificio de todos.
Buscar o pretender el consenso en una tierra donde el odio se pregona y se propaga a diario es tarea imposible
Sin duda fueron los españoles, y quienes los representaban desde las distintas opciones políticas, sindicales y empresariales, los encargados de regar con su sudor y sus cuidados la tierra que hizo nacer un país nuevo, diferente, moderno, más justo y más igualitario. Pero quienes se encargaron de cuidar esa tierra fueron los medios de comunicación de la época que la labraron, la araron, la voltearon y la airearon para que la semilla encontrara su acomodo y su calor. La prensa de entonces jugó un papel fundamental a la hora de crear un clima y un medioambiente al que era muy difícil sustraerse desde la política o desde cualquier instancia, so pena de que quien le diera la espalda se retratara ante la sociedad y ante sí mismo como la cizaña que impedía obtener una buena cosecha.
¿Se puede decir hoy lo mismo de los que algunos denominan el cuarto poder? No. Rotundamente, no. Sólo hay que darse una paseo por los medios de comunicación actuales para darse cuenta de que no todos juegan a preparar la tierra para que brote el diálogo, el acuerdo y el consenso. Las TDTs, ese invento que hace unos años imaginábamos que iba a llenar de oportunidades la libertad de expresión y la cultura democrática de los españoles, destilan en la mayoría de las ocasiones, un odio, un rencor, un falso periodismo, una falta de intento de aproximarse a la verdad que asusta a quienes esperaban que la libertad de elegir pudiera ayudar a la capacidad de decidir.
No sé si estamos ante un problema de supervivencia económica, que obliga a vender lo que sea con tal de mantener un nivel mínimo de audiencia, o es que quienes faltan de esa manera tan descarada a la profesionalidad que se debe exigir a quienes se dedican a la noble e importante tarea de informar, lo hacen con el convencimiento de que mentir, difamar y calumniar es el objetivo perseguible para atacar al adversario y animar a amigo. Sea cual sea la motivación que les anima, lo cierto es que en ese ambiente no puede surgir ni brotar nada bueno. Buscar o pretender el consenso en una tierra donde el odio se pregona y propaga diariamente es tarea imposible, al margen de la calidad o no de nuestros representantes. Ni siquiera los más forofos de los equipos de futbol tienen un comportamiento tan cerril como el que se ve en determinados medios de comunicación. Si en un equipo de futbol hay jugadores que conscientemente le parten la tibia a un contrario, hasta los hinchas más ultras pedirán la expulsión de ese jugador que denigra a su equipo. En determinada prensa no se pide la expulsión del indeseable si pertenece al partido político que se defiende.
Tengo la sensación de que si los medios de comunicación dejaran la arena política y partidaria para ejercer la tarea para la que fueron creados, el ambiente se descargaría y la sensatez que debe animar a quienes tienen en estos momentos la responsabilidad de conducirnos por una camino seguro, se acentuaría por electoralismo o por convicción.