En este fin de semana los socialistas españoles están celebrando una importante conferencia política que pretende articular un proyecto que sea capaz de conectar con el sentir y el pensar de la mayoría de los ciudadanos progresistas. Son muchos los temas elegidos para debatir, lo que va a provocar una enorme dispersión de la atención mediática y, consecuentemente, ciudadana. El hecho de que los medios de comunicación no se hayan hecho eco de ninguna medida concreta de las que se proponen en el documento base puede deberse a que no existe en el mismo ninguna idea de las que se podrían llamar peligrosas o a que la atención periodística se está centrando más en aquello de lo que es más sencillo hablar, léase primarias o derecho a decidir.
Sobre las primarias se ha dicho casi todo. El PSOE afirma en la página 112 del documento base: Entendemos que las primarias abiertas, además de un claro elemento de profundización en la democracia interna del partido, son una ventana de oportunidad para ampliar la base social del PSOE, al abrir la participación en estos procesos a sectores sociales progresistas que de otra manera no participarían en la vida política y orgánica del partido. No hay manera de rebatir esa afirmación por lo que, quienes estamos en contra de esa forma de elección del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, estamos remando a contra corriente y tenemos perdida la partida. Oponerse a la participación democrática en cualquier proceso electoral lleva aparejado el calificativo de “aparatero” y “antiguo”. A pesar de ello, sigo pensando que ese sistema es malo para el partido socialista y para los militantes del mismo o, mejor dicho, para los militantes de base, sin cargo público o institucional.
Es bastante difícil de aceptar que un partido que tiene entre sus responsabilidades las de luchar para que las capas menos desfavorecidas de la sociedad tengan un sitio digno en la sociedad, articule una propuesta de elección que elimina de un plumazo cualquier expectativa que no tenga como destinatario al cargo público u orgánico remunerado. El resto de los militantes, con trabajo o en paro, no podrán, aunque quieran, acceder a presentarse en la pelea por la candidatura.
El sistema está pensado sólo para unos pocos, para aquellos que tengan posibilidades de emplear dos o tres meses de su tiempo en hacer campaña. El resto se limitará a votar
Obsérvese que, hasta ahora, los nombres que más suenan para disputar esa responsabilidad o son cargos orgánicos o institucionales o las dos cosas a la vez. Pongamos el caso de un afiliado socialista que decidiera competir en unas primarias cuando se convoquen. El afiliado trabaja en una empresa, es funcionario o está apuntado a las listas del INEM. Frente a él tiene a otro candidato que es alcalde de una gran ciudad o diputado provincial, regional o nacional.
Habrá unas fechas determinadas para hacer la campaña, dentro y fuera de la organización puesto que podrán votar militantes y simpatizantes, y se supone, como ocurre siempre, que los candidatos que puedan harán una larga precampaña. El único que no podrá hacer ni campaña ni precampaña será el afiliado empleado en una actividad privada o en la función pública o que esté en situación de desempleo. A ninguno de estos últimos le van a dar permiso en su empresa, en su Administración o en las oficinas de empleo, donde tiene que presentarse con asiduidad, para que se recorran España lanzando sus mensajes, ni podrán participar en ruedas de prensas, en emisiones de radio o televisión que no sean nocturnas.
O sea, que por muy bien valorado que el afiliado de base esté en su comunidad, en su centro de trabajo o en su agrupación local, tiene absolutamente difícil, por no decir imposible, postularse como candidato a participar en una elecciones primarias, porque el sistema está pensado sólo para unos pocos, para aquellos que tengan posibilidades de emplear dos o tres meses de su tiempo en hacer campaña. El resto se limitará a votar. Elecciones primarias abiertas a todos el que quiera votar, pero restringidas para el que pueda permitirse el lujo de ser candidato. Poco menos que lo que ocurre en EEUU, donde cualquiera puede ser candidato a presidente, pero donde sólo unos pocos pueden serlo. Pero es muy democrático el sistema que se va a aprobar. El anterior era, por lo visto, poco democrático, pero si eras alguien con ciertas ideas de lo que necesitaba tu país desde una perspectiva progresista, podrías ser elegido secretario general y, consecuentemente, candidato a presidente del Gobierno, en un congreso que se celebraba en un fin de semana.