¿Qué federalismo? (El correo de Andalucía)

Sorprendentemente más personas de las que yo imaginaba ignoran el modelo territorial del Estado que dibuja la Constitución española de 1978. La norma magna no apellida ese modelo. Mediáticamente se comenzó a hablar de Estado autonómico y con eso nos hemos quedado. Los constituyentes manejaron el término federal para definir el Estado resultante, pero hubo temor a que ese apellido rememorara tiempos pretéritos que no se querían incorporar a un texto que pretendía mirar hacia delante y no para atrás. Pero cualquier estudioso que examine nuestro texto constitucional y lo compare con otros, no tendrá más remedio que concluir que España es un Estado federal, por lo que no se aporta ninguna novedad cuando se lanza la propuesta de definir así a España.

Si se pretende un mejor funcionamiento y cohesión del Estado, habrá que ir a un modelo que mejore el actual


El Estado federal más próximo a nosotros es el alemán. Los territorios que lo conforman, bajo la denominación de länders, tienen todos el mismo nivel de competencias. Baviera, con doce millones y medio de habitantes, tiene exactamente las mismas competencias que Bremen, que tiene seiscientos mil. Trasladado a España, ello significaría que La Rioja, en un modelo federal como el alemán, tendría el mismo nivel competencial que Cataluña; Murcia, el mismo que el País Vasco. ¿Es eso lo que se defiende por parte de los que apuestan por el federalismo explícito? Me temo, oyendo a Pere Navarro, secretario General del PSC, que no. Si no es eso, ¿cómo se denomina, entonces, un Estado con distinto nivel de competencias?

La Constitución española contempla una posibilidad que no existe en ningún Estado federal, y que se recoge en el artículo 150.2: “El Estado podrá transferir o delegar en las comunidades autónomas, mediante ley orgánica, facultades correspondientes a materias de titularidad estatal que, por su propia naturaleza, sean susceptibles de transferencia o delegación. La ley preverá en cada caso la correspondiente transferencia de medios financieros, así como las formas de control que se reserve el Estado”. Esa eventualidad, que ya se ha hecho realidad en alguna ocasión, permite la posibilidad de transferir o delegar competencias que son de carácter estatal sin necesidad de una modificación constitucional ni estatuaria, lo que representa una procedimiento tan rápido y abierto como se decida en cada momento. Por esta vía, que no existe en los Estados federales, se ha transferido por ejemplo la competencia de tráfico a la Generalitat de Cataluña. Si España fuera un Estado federal similar al alemán, cada vez que se quisiera articular un procedimiento que permitiera reconocer hechos diferenciales en determinados territorios que por historia o singularidad lo necesitaran, habría que modificar la Constitución española y el Estatuto de Autonomía del territorio correspondiente, con lo que de tedioso y largo resultaría el proceso. ¿Es eso lo que se quiere cuando se habla de federalismo?

Me temo que lo que se pretende es articular un modelo que, lejos de buscar mayor eficacia e igualdad, lo que pretende es magnificar los hechos diferenciales de determinados territorios. Craso error, porque un federalismo tipo alemán, eliminaría, por ejemplo, los diferentes sistemas de financiación autonómica que en estos momentos soporta nuestro actual modelo (el vasco, el navarro, el canario y el del resto de territorios).
Si lo que se pretende es un mejor funcionamiento, coordinación y cohesión nacional del Estado, habrá que ir a un modelo que mejore el actual, transformando el Senado en una auténtica Cámara de representación territorial, donde sólo estén presentes el Gobierno central y los gobiernos autonómicos; estableciendo unas eficaces conferencias sectoriales de carácter horizontal, donde se reúnan, con mucha más frecuencia de lo que lo hacen en la actualidad, los responsables territoriales de las distintas áreas de gobierno para buscar la eficacia y eliminar las trabas que diecisiete administraciones conllevan para el ciudadano. Organícese semestralmente una conferencia de presidentes, sin el boato que presidió las pocas que hasta ahora se han celebrado, para que presidente del Gobierno de España y presidentes de comunidades autónomas interactúen con propuestas, proyectos e información sobre la realidad y posibilidades de nuestro país.
Tratar de vender un falso federalismo que ni lo van a comprar los nacionalistas ni el PP es vender humo y dejar en manos de los populares la defensa de un modelo, el autonómico, que, paradójicamente, no quisieron votar los populares cuando se aprobó la Constitución española.
Como se trata de un error la interpretación que algunos hacen de la Constitución española para llevar el agua a su molino. La de 1978 es la mejor y más duradera Constitución que ha tenido España. Es cierto que necesita una revisión en alguno de sus aspectos, pero eso no da derecho a desacreditarla en su conjunto. Revisión que exige saber que cuando se elaboró, ni estábamos en la UE, ni había autonomías, ni globalización, ni nuevas tecnologías. Eso es lo que hay que revisar.

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