¿Qué piensa mi compañera? (El Correo de Andalucía)

Nunca quise creerlo, pero parece que en algunos casos acertaban los que me dijeron que algunos dirigentes de mi partido no me iban a perdonar nunca el hecho de haber ganado seis elecciones consecutivas en la Comunidad Autónoma de Extremadura. Ya sé que ahora, lo moderno, lo progresista, lo democrático es no estar más de ocho años en la misma responsabilidad institucional. Y subrayo lo de la misma porque hay personas que no tienen el menor inconveniente en pasar de una responsabilidad a otra sin solución de continuidad, eso sí, sin estar más de ocho años en cada una de ellas.

Yo confieso que estuve veinticuatro años de presidente de la Junta de Extremadura, algo más que la señora Merkel, que pretende estar de canciller de Alemania como mínimo doce años, ya que cuando lean estas líneas se estarán celebrando elecciones generales en ese país y, ella, aspira a volver a ponerse al frente del Gobierno alemán; debe ser una persona muy torpe porque aquí, en España, los listos tienen suficiente con ocho años para llevar adelante un proyecto político. Seguramente, lo que más molesta a aquellos a los que molesto no sea el hecho de haber ganado seis veces, sino la circunstancia de haberme ido sin que nadie me pidiera que lo hiciera, sin que los extremeños se cansarán de mí y sin arrastrar ningún escándalo ni económico ni político, lo que demuestra que no es el tiempo el que corrompe a quien se corrompe, sino la decencia o indecencia en la responsabilidad institucional. Y para remate, me fui por donde había venido, es decir volviendo a mi trabajo como profesor de la Universidad de Extremadura, donde tenía mi plaza de profesor titular de Filología en la Facultad.

Nada tengo en contra de quien fracasa una y otra vez; sí contra quienes desde esa posición se permiten el lujo de descalificar sin que sus credenciales les habiliten para ello.

Todo este preámbulo viene a cuento porque una compañera de mi partido, dirigente del mismo y cargo público desde que la conozco (en eso no debe regir lo de los ocho años) y son ya muchos años de eso, calificó el martes pasado mis declaraciones a un medio de comunicación de frivolidad, a propósito del tan traído y llevado derecho a decidir de Cataluña.

Dije entonces, y sostengo ahora, que nuestro país no estaba acostumbrado a que se trate de alterar el Estado democrático y de derecho desde dentro del sistema que rige la Constitución; que cada vez que las distintas Constituciones fueron violadas fue como consecuencia de un golpe de Estado, de un pronunciamiento militar o de una guerra civil. Que Alemania e Italia, por ejemplo, si habían transformado su sistema democrático en un sistema autoritario desde dentro de ese mismo sistema; y que el pronunciamiento del presidente de la Generalitat de Cataluña diciendo que “ni los tribunales ni la Constitución pararán el proceso catalán” era y es un ataque al sistema democrático desde dentro del propio sistema. Eso, para Trinidad Jiménez es una frivolidad. Mi compañera no ha rebatido mis tesis con argumento; simplemente ha tratado de descalificarme llamándome frívolo. El antónimo de frívolo es formal, grave, sensato. Si yo soy frívolo porque lo dice Jiménez, se deduce fácilmente que ella es formal, grave y sensata, de lo que deduzco lo siguiente: Trinidad Jiménez es un ejemplo bien acabado del fracaso en política. En 2003 fue designada directamente por José Luis Rodríguez Zapatero como candidata a la Alcaldía de Madrid, siendo superada ampliamente por su rival popular Alberto Ruiz-Gallardón. Se conoce que el puesto de concejala no casaba bien con alguien tan formal, grave y sensata, por lo que su mentor la elevó a una responsabilidad mayor, nombrándola secretaria de Estado para Iberoamérica. En 2009, y sin duda debido a su formalidad, gravedad y sensatez, Zapatero volvió a nombrarla para un cargo que no necesitaba el refrendo de las urnas: ministra de Sanidad y Política Social. Yo denuncié el turismo sanitario y ella lo negó. Hoy todo el mundo sabe quién llevaba razón. Alguien debió pensar que después del batacazo de la Alcaldía madrileña, la ministra de Sanidad estaba ya preparada para ganar unas elecciones. Se presentó a las primarias para candidata a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid pero los militantes socialistas madrileños le cortaron el paso prefiriendo a Tomás Gómez, secretario general del PSOE madrileño, al que yo apoyé, y que ganó a la formal, grave y sensata enviada de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. De nuevo, ante ese sonado fracaso, otro nombramiento que no necesitaba el paso por las urnas: ministra de Asuntos Exteriores y Cooperación.

Nada tengo en contra de quien fracasa una y otra vez; sí contra quienes desde esa posición se permiten el lujo de descalificar sin que sus credenciales les habiliten para ello. ¿Qué pensaría mi compañera si mañana el presidente del Gobierno de España compareciera en la tribuna del Congreso y declarara que va a suspender la autonomía catalana, de conformidad con la Constitución o sin la conformidad con la misma? Así habló otro presidente constitucional, representante del Estado en Cataluña. ¿Qué piensa mi compañera de esa declaración?

1 comentario en “¿Qué piensa mi compañera? (El Correo de Andalucía)”

  1. Dña. TRINIDAD JIMÉNEZ

    Dña. Trinidad Jiménez suspendió en dos ocasiones, los exámenes para entrar en la Carrera Diplomática. Debe tener algún problema de comprensión, como se pone de manifiesto en la conclusión a que llega sobre el articulo del Sr. Ibarra, “Visto lo visto… ¡qué error!”, calificándolo de frivolidad.

    El Sr. Ibarra, nos muestra como desde el interior de un sistema democrático, aparentando legitimidad por medio de un escrutinio, se puede atentar contra el sistema democrático. Así como nos conciencia a los demócratas de estar en guardia, contra las interpretaciones torticeras sobre la democracia. Y pone como ejemplo los casos de Adolf Hitler y Benito Mussolini. En modo alguno dice que estos sean como Molt Honorable Senyor Artur Mas.

    La interpretación falsa de democracia, que se da por los nacionalistas catalanes, consisten en el planteamiento de que ellos representan la LEGALIDAD DEMOCRÁTICA, contrapuesta a una LEGALIDAD JURÍDICA (Constitucional), que no reconocen.

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