¿Quién será el próximo?

Nicolás Redondo Terreros

¿Quién será el próximo? Esta es la pregunta que algunos lanzan al aire o a las páginas de sus medios de comunicación a propósito de la expulsión de Nicolás Redondo Terreros del PSOE, partido en el que militó siguiendo los pasos de su padre, el histórico socialista y líder del sindicato socialista UGT, y de su abuelo.

Nicolás Redondo debe ser valorado, como cualquier ser humano, balanceando los dos platillos de la balanza. En uno se acumula el debe y en el otro el haber. Parece que la Comisión Ejecutiva Federal ha depositado en el debe sus escritos y declaraciones de los últimos años. Si hubieran fijado en el platillo del haber, el 99% de los componentes de la dirección federal hubieran palidecido al recordar o conocer que Nicolás Redondo, siendo Secretario General del Partido Socialista en Euskadi, defendió mucho más las siglas del PSOE que quienes han tomado la decisión de expulsarle. Dirigir al PSOE en el País Vasco en los años de 1998 a 2002, años en los que ETA asesinaba sin piedad, inclina la balanza de la vida política de Redondo claramente a su favor.

Escribir estas líneas no me convierte en sospechoso. Mis palabras de antes y de ahora tienen como finalidad la defensa del instrumento que yo elegí libre y conscientemente para modelar la sociedad desde la libertad siguiendo el modelo de la socialdemocracia frente a la derecha y a la “vanguardia de la clase obrera”. Sigo los pasos que marcó el fundador del PSOE, Pablo Iglesias, que ante la negativa a plegarse a las tesis del Partido Comunista de la Unión Soviética, manifestó que su partido era democrático, socialista, desobediente y anticomunista.

Ser democrático obliga a respetar la libertad de expresión. Los papagayos o los muñecos dirigidos por los ventrílocuos no tienen cabida en el partido de Pablo Iglesias Posse.

Ser socialista obliga a defender la libertad, la igualdad y la solidaridad.

Ser desobediente obliga a discrepar cuando tu criterio no coincide con los de otros, obligándote a tratar de entender a esos otros para concluir en un acuerdo mutuo.

Y ser anticomunista obliga a alejar al PSOE de quienes utilizan el halago para ahogarlo y ocupar su lugar por quienes siguen considerando a los socialistas como socialtraidores.

Quienes conviven con una boa deben sospechar de esa serpiente cuando se muestra cariñosa y próxima. Es la táctica que emplean: medirte para deglutirte. Y eso es lo que está haciendo la militante del Partido Comunista y líder de Sumar, Yolanda Díaz, con Pedro Sánchez: medirlo para tragárselo. Ya tiene experiencia en el arte de la antropofagia. Lo hizo con el dirigente histórico del nacionalismo gallego, Xosé Manuel Beiras, y lo acaba de hacer con Podemos y sus dirigentes más significativos (Pablo Iglesias, Irene Montero o Pablo Echenique.) Beiras declaró en octubre de 2016, en el programa televisivo Vía V, que la hoy Vicepresidenta segunda tuvo con él “un comportamiento ingrato, insolidario y, en determinados momentos, desleal”. En abril de 2017, volvió a la carga: “Yolanda Díaz fue la primera persona que me traicionó”, afirmó en una entrevista radiofónica.

El ahínco con que empuja a Sánchez a firmar como sea un acuerdo con el prófugo Puigdemont, llegando, incluso a mantener una empalagosa entrevista en Bruselas con un cobarde que huyó de la quema escondido en un maletero, es interpretado por algunos como el deseo de mantenerse en la Vicepresidencia de un gobierno progresista. Creo que se equivocan. La militante comunista mira más lejos. Pretende hacer lo que siempre intentaron y no consiguieron los comunistas: desplazar de la primera línea política a los socialistas para ocupar ellos ese puesto que desde la escisión del año 1921 creen que les corresponde. Quienes defendemos el liderazgo del PSOE en el seno de la izquierda en España, estamos obligados a impedir que, antes Carrillo, después Anguita, posteriormente Iglesias, y ahora Díaz, lo consigan. La experiencia nos enseña que la compañía de los comunistas siempre fue perniciosa para el PSOE y para España. En política es disculpable el olvido, no lo es la perdida de la memoria. El Alzheimer político no es buena compañía para la socialdemocracia. Quienes no lo padecemos recordamos la II República o la compañía de Frutos con Almunia en las elecciones generales de 2000 cuando gracias a esa entente socialistas-comunistas se facilitó la mayoría absoluta del gobierno de José María Aznar.

Por eso, para proteger las siglas PSOE y evitar el añorado sorpasso comunista, y para defender la Constitución de 1978 frente al desafío separatista, me opongo a que Pedro Sánchez coma la envenenada manzana de Yolanda Díaz. Quien traiciona dos veces es porque lleva en sus genes esa conducta traicionera.

3 comentarios en “¿Quién será el próximo?”

  1. Juan Gallardo García

    Juan Carlos., compañero.has sido mi referente desde 1983 cuando fuiste presidente de Extremadura y yo concejal, por el partido socialista.. pero desde entonces ha llovido mucho y no ha sido como entonces.los tiempos cambian, como hemos cambiado nosotros.somos un partido con más de 140 años y de su fundación ha cambiado, tanto que no podemos volver a esos tiempos.tenemos que estar con los compañeros/a que en cada congreso y otras comparecía salen votados por la mayoría de militante.no nos parescamo a lo que está haciendo la derecha y ultraderecha con el gobierno legítimo que gobierna ahora España.

  2. Antonio Medrano Cuesta

    Que esta magnífica reflexión sirva no sólo para el Sr. Sánchez Castejon y comandita sino también para toda la gente de buena voluntad. Gracias Presidente Rodríguez Ibarra.

  3. Mi gratitud a los que han invertido la vida durante muchos años por un servicio al pueblo. Trabajando lo indecible Y luchando por proteger los derechos y hacerle la vida más fácil a todxs.
    Sin convertirse, ya de mayorcitos, en surfistas de la vida, que buscan las grandes olas que llegan y llevan al éxito. Y mantienen sus convicciones a riesgo de terminar en un lugar social donde ya no tengan poder para nada. Donde ni tan siquiera se hable momentaneamente de ellos.
    Mi más sentida gratitud por su coherencia. En sus momentos de hiperactividad y en los de silencio. Llega siempre un momento histórico en el que se recupera la memoria.

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