Respuesta a un catedrático

Respuesta a un catedrático / Rosell

Daniel Arias-Aranda, profesor de la Universidad de Granada, escribió recientemente una carta a un genérico alumno universitario de Grado, con el siguiente encabezamiento: «Te estamos engañando».

La carta que se hizo viral insiste en una frase que se repite todos los años en el mundo universitario: «los alumnos ahora llegan a la Universidad peor preparados que nunca». Desde que existe el mundo universitario siempre se ha oído esa frase. Pero creo que sería bueno no discutir el aserto sino preguntarse ¿peor preparados, para qué?

Todo el mundo piensa que lo que viene después de ti es peor. «Es que no saben ni siquiera quién es Dante Alighieri» oí decir en el bar de una facultad. Pregunté: ¿y tú lo sabes? Nosotros sabíamos de su existencia, no sabíamos más, porque nos hacían estudiar de memoria dónde había nacido, qué había escrito, y punto.

Siempre será discutible si los que vienen están peor o mejor preparados en cuanto a conocimientos. Si fuera cierto eso de que cada año los alumnos llegan peor preparados que nunca, hace tiempo que las universidades españolas hubieran cerrado sus puertas. No es eso lo que debería preocuparnos. La aparición de internet y la proliferación de tablets y smartphones han convertido en lectores y en escritores a la inmensa mayoría de la juventud. Llegan mejor preparados para obtener su Grado y peor preparados por ignorar sus actitudes, su vocación, su pasión. Las tecnologías de la información y el conocimiento ponen a disposición de todos y, también de los alumnos, un universo infinito de datos y saberes. Lo que no descubre, por el momento, el temido internet es la auténtica vocación de los alumnos que llegan a los distintos grados universitarios.

Durante la permanencia de quince años en sus aulas, las enseñanzas de Primaria y Secundaria tendrían la obligación de averiguar qué motiva al alumno, qué querría hacer y para qué está dotado. A las facultades y escuelas universitarias, en ocasiones, acuden estudiantes no por la vocación, no por su actitud, sino por la salida profesional. Hace unos años se publicó un estudio de todas las universidades españolas en el que se señalaba que las facultades de Medicina recibían a los alumnos con mejores expedientes. Sorprendía que de pronto los mejores expedientes hubieran adquirido la vocación de médico.

«Cuando el estudiante brillante oye que se necesitan muchos profesionales de la medicina, está entendiendo que su salida profesional está garantizada si estudia Medicina». ¿Y a ti te gustaría ser médico? Algunas respuestas son de este tenor: «eso no importa. Yo no estoy aquí para que me guste algo, estoy aquí para que me aseguren una salida».

En otros grados, por ejemplo en Educación, la respuesta es aún peor: «estoy aquí porque no fui capaz de estar en otro sitio». Si alguien soñara día y noche con esas celebridades del celuloide y terminara dando el «sí quiero» al idiota de su oficina ¿qué pasión le va a poner en ese matrimonio esa persona? Se puede ser una buena pareja, pero no se pondrá ninguna pasión a una unión que no era la que se soñó. ¿Qué pasión le va a poner alguien que quería ser veterinario pero que como no le llegó la nota de corte está haciendo Magisterio? ¿Qué pasión le va a poner ese profesor si a él lo que le gustaría es ser veterinario?

Tal vez en esa falta de descubrimiento sobre la pasión, la vocación, la actitud de los alumnos radique la tomadura de pelo de la que habla el catedrático.

Por eso falta motivación en los alumnos que tanto alarman al catedrático. Si se cambiara el modelo educativo y se dejara de tratar como analógicos a alumnos que ya hace años que son digitales, y las clases presenciales y las lecciones magistrales dejaran de romper las muñecas de los alumnos tomado apuntes que no dicen nada diferente de lo que se cuenta en internet, tal vez el profesor no se sentiría frustrado y el alumno acabaría sus estudios sabiendo qué es lo que quería, lo que le motivaba y a lo que va a dedicar algunos años de su vida innovando y liderando.

El catedrático que le toma el pelo a sus alumnos debe preguntarse por qué sus alumnos no van a sus clases, no manifiestan interés por lo que les cuenta y no consigue atraer su atención. ¿No llegan preparados a la universidad o no llegan motivados? Si el profesor que engaña a sus alumnos sigue de profesor, es porque o es un sádico o no sabe hacer otra cosa. Y si solo sabe ser profesor, solo sabrá enseñar a sus alumnos a ser profesores. ¿Será por eso por lo que se innova tan poco en España?

Leer «Respuesta a un catedrático'» en Diario de Sevilla

1 comentario en “Respuesta a un catedrático”

  1. Saludos. Me llamo Emilio de Fez (ver referencias en cualquier buscador).
    He impartido la docencia en todos los niveles preuniversitarios de España: Primaria, Bachillerato, Formación Profesional (FP) y Escuelas Oficiales de Idiomas (EEOOII). En la línea de la carta y de estas reflexiones del señor Rodríguez Ibarra, adjunto enlace de la versión gratuita de mi libro «LA PRIMARIA y SECUNDARIA: UNA SELVA ANTIEDUCATIVA», que está disponible en AMAZON y va por la quinta edición.
    https://docdroid.net/01EZOvO/una-selva-antieducativa-pdf

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