Siempre se vuelve a escuchar una vez y otra vez y millones de veces las mismas historias, distintas versiones de los mismos cuentos con alternaciones
Con esta estrofa comienza la canción Siempre Igual, de Los Auténticos Decadentes. Escucharla en un programa de radio me llevó hasta la política española y más concretamente hasta el conflicto planteado por la Generalitat de Cataluña en su desafío soberanista. Si hay una palabra que define a la perfección lo que pretende Artur Mas, esa palabra no es otra que deslealtad.
Esa es la actitud que vienen manteniendo los nacionalistas catalanes desde que, a finales del siglo XIX, se perdieron las pocas colonias que mantenía España en tierras americanas, privando a los industriales catalanes de un mercado textil cautivo que subsistía bajo el paraguas de proteccionismo del nacionalismo español. En esa tremenda crisis que dio lugar a la generación del 98, el nacionalismo catalán aprovechó el descontento para desmarcarse del destino español. Desde entonces, la deslealtad de los nacionalistas catalanes no ha dejado de hacer su aparición cada vez que la crisis ha azotado al Estado y a los españoles. Ahora, también. En esta ocasión, como en otras anteriores, se amenaza con la independencia.
Tendría mucha guasa que el final de esta historia fuera como ha sido siempre, es decir, un paso más en la singularidad de quienes pretenden ser distintos para tener más
Desde que Mas y Rajoy mantuvieron su famosa entrevista en La Moncloa, en la que el presidente de la Generalitat entró pidiendo un pacto fiscal y salió reclamando la independencia, la actitud del presidente del Gobierno español ha sido la correcta. Hay una palabra que define perfectamente lo que hay que hacer en el caso que nos ocupa: nada. No merece la pena explicarles a personas que se presentan a unas elecciones amparadas por un estatuto de Autonomía que la condición de presidente de una comunidad autónoma lleva aparejada la de representante ordinario del Estado. Y que ese Estado, al que voluntaria y legalmente representa Artur Mas, se rige por una Constitución aprobada por una inmensa mayoría de españoles (y dentro de esa mayoría, por una mayoría aún más amplia de catalanes) que establece la unidad de España y fija la soberanía nacional en el conjunto de la ciudadanía española. Si esto lo sabe hasta el conserje de la Generalitat, al que seguramente le examinaron sobre los contenidos del Estatuto catalán y de la Constitución española, cómo no va a saberlo de sobra el presidente de esa Comunidad.
Parecería ridículo que en la entrevista que han concertado Mas y Rajoy para la semana que viene, el presidente del Gobierno perdiese su tiempo explicando al de Cataluña lo que sabe, conoce y no tiene más remedio que defender y acatar mientras siga siendo presidente de Cataluña y representante ordinario del Estado. El Parlamento catalán puede aprobar por amplia mayoría que va a conquistar el planeta Marte el próximo lunes, pero todo el mundo sabe que ese deseo está fuera de la realidad; en donde, por cierto, está el pronunciamiento de ese mismo Parlamento sobre el derecho a decidir y sobre la secesión. De igual forma, no tendría ningún sentido que Artur Mas acudiera a esa cita con el ánimo de contarle al Gobierno español que tiene como intención primaria e irrenunciable convocar un referéndum ilegal.
No tendría sentido que Mas acudiera con ánimo de contarle al Gobierno que tiene como intención irrenunciable convocar un referéndum ilegal
Si las dos posibilidades son absurdas, ¿de qué van a hablar entonces ambos mandatarios? Aquí vuelve a entrar en juego la primera estrofa de Los Auténticos Decadentes: Siempre se vuelve a escuchar una vez y otra vez y millones de veces las mismas historias, distintas versiones de los mismos cuentos con alternaciones.
Hasta ahora, cada reivindicación nacionalista ha sido atendida por el Estado con más o menos presteza, con el resultado de que, conquistada la demanda, la misma ha sido amortizada rápidamente y se ha vuelto a subir la apuesta nacionalista. En esta ocasión, la Generalitat y quienes la secundan han ido a por todas. Tendría mucha guasa que el final de esta historia fuera como ha sido siempre, es decir, un paso más en la singularidad de quienes pretenden ser distintos para tener más. Sería lamentable que, como siempre, se impusiera lo que algunos denominan la ‘tercera vía’; es decir, el reconocimiento de Cataluña como nación y un pacto fiscal para que Cataluña recaude y gestione todos los tributos mediante una Agencia Tributaria propia. Y, después, ¿cuánto tiempo tardarían en amortizar la ‘tercera vía’ para volver a la secesión? Sería como para bajarse de este país porque, como dicen al final de su canción Los Auténticos Decadentes, siempre lo mismo. Siempre lo mismo.
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